Tanto los animales salvajes como la Mujer Salvaje son especies en peligro de extinción.
En el transcurso del tiempo hemos presenciado cómo se ha saqueado, rechazado y reestructurado la naturaleza femenina instintiva. Durante largos períodos, ésta ha sido tan mal administrada como la fauna silvestre y las tierras vírgenes. Durante miles de años, y basta mirar el pasado para darnos cuenta de ello, se la ha relegado al territorio más yermo de la psique. A lo largo de la historia, las tierras espirituales de la Mujer Salvaje han sido expoliadas o quemadas, sus guaridas se han arrasado y sus ciclos naturales se han visto obligados a adaptarse a unos ritmos artificiales para complacer a los demás.
No es ninguna casualidad que la prístina naturaleza virgen de nuestro planeta vaya desapareciendo a medida que se desvanece la comprensión de nuestra íntima naturaleza salvaje. No es difícil comprender por qué razón los viejos bosques y las ancianas se consideran unos recursos de escasa importancia. No es ningún misterio. Tampoco es casual que los lobos y los coyotes, los osos y las mujeres inconformistas tengan una fama parecida. Todos ellos comparten unos arquetipos instintivos semejantes y, como tales, se les considera erróneamente poco gratos, total y congénitamente peligrosos y voraces.
Mi vida y mi trabajo como psicoanalista junguiana, poeta y cantadora, guardiana de los antiguos relatos, me han enseñado que la maltrecha vitalidad de las mujeres se puede recuperar efectuando amplias excavaciones “psíquico-arqueológicas” en las ruinas del subsuelo femenino. Recurriendo a estos métodos conseguimos recobrar las maneras de la psique instintiva natural y, mediante su personificación en el arquetipo de la Mujer Salvaje, podemos discernir las maneras y los medios de la naturaleza femenina más profunda. La mujer moderna es un borroso torbellino de actividad. Se ve obligada a serlo todo para todos. Ya es hora de que se restablezca la antigua sabiduría.
El título de este libro, Las mujeres que corren con los lobos: Mitos y relatos del arquetipo de la Mujer Salvaje, procede de mis estudios de biología acerca de la fauna salvaje y de los lobos en particular. Los estudios de los lobos Canis lupus y Canis rufus son como la historia de las mujeres, tanto en lo concerniente a su coraje como a sus fatigas. […]
Ambos han sido perseguidos, hostigados y falsamente acusados de ser voraces, taimados y demasiado agresivos y de valer menos que sus detractores. Han sido el blanco de aquellos que no sólo quisieran limpiar la selva sino también el territorio salvaje de la psique, sofocando lo instintivo hasta el punto de no dejar ni rastro de él. La depredación que ejercen sobre los lobos y las mujeres aquellos que no los comprenden es sorprendentemente similar.
Por consiguiente, fue ahí, en el estudio de los lobos, donde por primera vez cristalizó en mí el concepto del arquetipo de la Mujer Salvaje. […] Las características de cada especie ofrecen abundantes indicios de lo que es posible conocer acerca de la psique instintiva femenina.
Clarissa Pinkola Estés. “Cantando sobre los huesos”, in Mujeres que corren con los lobos. Ediciones B, 1999.