Sobre la película "Ríos y mareas"

“El arte sirve para nutrirme. Recojo de la naturaleza la misma energía que hay en mí.”  Así empieza el documental Ríos y Mareas donde el director Thomas Rieldessheimer recoge un sensual y poético viaje por el mundo y la mente del reconocido escultor Andy Goldsworthy, artista escocés que desde hace veinte años crea obras de arte en bosques y cauces de río con sus manos, sus dientes y algunas herramientas como una piedra afilada, espinas, plumas… Utilizando materiales de la naturaleza obtiene creaciones a base de pétalos, maderas, hojas, piedras o hielo moldeados por la luz del sol, la tierra, las mareas o la humedad. De la misma manera que la naturaleza con la que trabaja, muchas de sus creaciones son efímeras quedando sólo su existencia en las fotos que toma. En los diálogos de la película recojo lo siguiente : “He recibido sobretodo dos influencias con energía fluida, las mareas y los ríos… me han acompañado formas obsesivas de las cuales no me podía deshacer… he saludado al lugar y después he empezado a trabajar…”

El documental se inicia con un trabajo que el artista crea con témpanos de hielo  “… intento hacer algo que no parezca esforzado…” y empieza el primer diálogo íntimo con la naturaleza cuando  el sol ilumina por sorpresa la silueta de la escultura de hielo que ha creado sobre una piedra. Más adelante reflexiona: “Lo que da vida a la obra también le dará la muerte, no siento una destrucción de mis obras sino como si éstas fueran a otro mundo formando parte de un ciclo”, “Siento que he tocado el corazón del lugar cuando veo algo que antes no había visto pero que siempre ha estado allí. Estos son los momentos por los que vivo”.


Pero el diálogo con la naturaleza siempre comporta una tensión,  un riesgo que estimula al artista porque sabe que el control absoluto puede ser la muerte para su obra. Así el trabajo se le rompe una y otra vez hasta que consigue equilibrar los movimientos con las fuerzas del peso de la tierra y la blandura de la arena. Cuando eso ocurre siente decepción pero también sabe que aún no comprende lo suficiente y persevera en el intento mientras observa cómo llega la marea.

Me ha gustado mucho el paralelismo que establece entre los mojones que marcan los caminos y las semillas plenas y maduras. Esa relación entre piedra y semilla me ha dejado perpleja. Algunas de sus piedras-semillas desaparecen en el mar cuando sube la marea y él reflexiona que como tantas cosas en la vida sabe que están allí aunque no las vea. Esa comprensión de las cosas de la naturaleza le ayuda a comprender lo que le pasa en la vida. En otros momentos se adentra en el lado oscuro de la naturaleza en busca de otras relaciones, por ejemplo con el trabajo que realiza con las ramitas de helechos. Estas son bicolores, negras en sus raíces por contacto con la tierra que las ha mantenido húmedas y calientes, y de color miel en contacto con el aire soleado, Andy Goldsworthy comprende así que el intercambio de energía con la tierra y con el aire ha determinado sus colores y su textura. Las ramitas de helecho rodean esa relación invisible, en la mirada ordinaria el nacimiento de un árbol. Para él esos helechos cada año conectan con el sol y con la tierra, es decir, con el cambio. Aún me parece oírle decir : “Vivo hace doce años en un pueblo y eso me ha permitido sentir la intensidad del lugar, comprender sus cambios, antes había vivido tiempos cortos en otros lugares y había conseguido una intensidad menor”. “Cuando llegué conocí una abuela de vida severa y dura que me dijo: mientras tu vives el nacimiento de tus hijos –creo recordar que tiene por lo menos cuatro- yo sólo veo muertes…”. Él reflexionando sobre ese capítulo dice: “…no quiero olvidar quienes han nacido ni quienes han muerto…”. A continuación recuerdo su imagen, estirado en la tierra mientras llueve intensamente, y la huella que deja cuando se levanta. El contraste mágico entre su silueta de tierra seca y el resto de la tierra mojada. ¿Poesía de lo invisible hecha visible?

Más tarde lo recuerdo recogiendo pétalos de un rojo y amarillo intenso y rellenando con ellos los huecos de las piedras que rodean el río. “De alguna forma sigo el río,  impredecible en su relación con el mar y el sol”. También viene a mi memoria cómo se relaciona con la presencia de las ovejas, en su mundo las ovejas son poderosas porque no dejan crecer los árboles. Recoge la esencia de su poder en el territorio tomando lana de ovejas y resiguiendo con ella la silueta de los muros de piedra en seco del paisaje. La ausencia de los árboles que causan las ovejas se ve así retratada.“La tierra no me necesita,  pero yo a ella sí”, dice el artista. “Necesito estar solo, la gente a veces me agota”. Aún le recuerdo captando las sutilezas del viento mientras éste le rompe una y otra vez una escultura de palitos que cuelgan de un árbol, pero sobretodo recuerdo su persistencia. En un momento determinado, comparte con nosotros su experiencia de muerte cercana, la de Julia, su cuñada, cuando ésta era joven, la compara como un agujero negro que a veces vemos en el tocón de algunos árboles, son agujeros que absorben pero de ellos también sale crecimiento. Desde entonces, para él, el negro no sólo será ausencia intangible, sino también regeneración.

Me vienen imágenes de espirales, ríos, mojones, semillas, remolinos, cintas de hojas río abajo, muros de arcilla trabados con pelos humanos que cuando se secan recogen las formas de las vigas que los sustentan. En un momento dado, en un bosque al lado de un río, levanta un muro en seco que serpenteando rodea a los arboles y allí reflexiona sobre su relación con los picapedreros cuando trabaja con ellos. Entonces relata que ellos siempre deshacían su trabajo cuando él hacia los muros, y comprende que su trabajo está en relación con el espacio, aunque él no tiene oficio de colocar piedras. De esta manera termina permitiendo que cada uno haga su trabajo desde el respeto y la complicidad. Y, ¡ay!, como me ha emocionado verle pulverizar las piedras rojizas de un lugar volcánico y oírle decir que el color rojo estaba en él, en su sangre. ¡Tuvo que trabajar mucho para descubrir el rojo bajo la piel de la tierra! Y no se para ahí, no, sino que es a través de ese polvo rojo que diluye en el río como manchas de sangre, que descubre que la estabilidad de la piedra sólo es momentánea, y que también puede ser líquida y fluida en ese nuevo contexto. Devuelve así a la piedra a una forma de mancha viva como cuando estaba dentro del volcán. Creo recordar que las imágenes finales del documental recogen su juego con el polvo primero de las piedras rojas pulverizadas volteadas en el aire como nubes de polvo rojo y más tarde con nubes blancas de nieve en polvo.

En resumen, es un documental sobrecogedor que me ha hecho llorar de emoción y descubrir un artista que con sus manos y su intuición recoge los cambios y el fluir de los ciclos que establecen los elementos naturales, incluyendo la naturaleza humana, porque como hemos oído mil veces en nuestros talleres, todo está conectado en red. Gracias, Muriel y Manola, por haberme invitado a visionar la última sesión en el cine, por los pelos pero llegué. Sería estupendo visionar de nuevo el documental, y habrá que investigar sobre su obra en internet. Acompaño mis recuerdos con la foto de una Aurora Boreal que un compañero de viaje, Carlos, tomó en Groenlandia este verano –Gracias Carlos-. Lo hago a modo de celebrar el cambio reflejado tanto en la obra de Goldsworthy como en la naturaleza más singular.

Lola.