Ushio Amagatsu. Butô

Umusuna, el nombre de la última coreografía del bailarín japonés contemporáneo Ushio Amagatsu, está sacado del japonés arcaico, significa “el lugar donde hemos nacido”. Para el coreógrafo japonés, esa palabra quiere decir el vientre de la madre, o el planeta Tierra. Umusuna, memoria de antes de la historia, de toda historia. El trabajo de Ushio Amagatsu pone en escena todos los sentimientos humanos comunes a todas las culturas. Su arte es universal. “Tenemos tendencia a olvidarlo en la vida cotidiana, dice el artista, pero el cuerpo humano se comporta de la misma manera en todas las culturas del mundo. Por ejemplo, un bébé, independientemente de su origen, necesita un año para ponerse en pie, es un rasgo universal del cuerpo humano. Ese aprendizaje puede describirse como un lento dialogo entre el ser humano y la tierra. Es ese intercambio mudo con la gravedad terrestre que intento expresar a través de la danza.”

Explorar el alma humana es la esencia del butô de la que se inspira Ushio Amagatsu. La danza Butô (ankoku butô, “danza de las tinieblas o danza del cuerpo oscuro”) nace en el Japón post-Hiroshima, a finales de los años 50. Es una danza que crea las bases de una aproximación radical de la danza contemporánea para expresar lo indecible, el sufrimiento y el horror, y la decisión de seguir construyendo sobre las cenizas atómicas. Desde entonces, esta danza no ha dejado de empujar los límites de lo que un cuerpo puede llegar a suscitar y a expresar. En 1975, Ushio Amagatsu (nacido en 1949, hace parte de la segunda generación de bailarines de Butô), crea su propia compañía Sankaï Juku compuesta únicamente por hombres. “Creo que hay [en mi danza], como en el animal, un equilibrio entre primitivismo y sofisticación” comenta el coreógrafo. Un espectaculo de Sankai Juku nos devuelve siempre a los orígenes del mundo, al caos orgánico de donde nace la vida para ir hacia la muerte… Por medio de una geometría en espejo muy precisa en el escenario donde irradia Umusuna, la danza de los hombres, acompañada por las bellas composiciones musicales de Takashi KakoYas-Kaz y Yoichiro Yoshikawa, integra como en una caligrafía el ritmo de las líneas curvas con la dinámica de la respiración. La visión de los bailarines con su cráneo rapado y su maquillage de polvo blanco, el minucioso despliegue de sus gestos, sus meticulosos rituales, sus cuerpos desnudos envueltos con telas color arena-piel, suscita una profunda emoción, verdaderamente única. Un trance dulce y potente a la vez. Una metamorfosis del cuerpo cuya piel de arena parece dejar vivir en el gesto algo del alma.

Fuera de su compañía Sankai Juku, Amagatsu ha creado dos piezas para bailarinas y bailarines occidentales en USA y a Tokio. También ha creado coreografías para la bailarina india Shantala Shivalingappa (de la que hemos hablado en este blog en alguna ocasión). Ha puesto en escena el Barba Azul de Béla Bartók en Japón y las creaciones mundiales de las óperas Tres hermanas y Lady Sarashina del compositor húngaro Péter Eötvös en la Ópera de Lyon.

https://fr.wikipedia.org/wiki/Ushio_Amagatsu

http://shantalashivalingappa.com/en/

En el catálogo “Fabienne Verdier: L’esprit de la peinture” que acompañó la exposición en la que la pintora francesa homenajeaba a los maestros flamencos (y  que algunas de nosotras tuvimos el inmenso placer de disfrutar en el 2013 en Brujas y en Bruselas) hay una entrevista entre Hélène Kelmachter y el coreógrafo Ushio Amagatsu, titulada “L’émotion du geste” (La emoción del gesto). Tanto Verdier como Amagatsu reconocen su obra como un diálogo con la gravedad. Movimiento, materia, gravedad, tinieblas y luz, verticalidad y horizontalidad, tensión y relajación, Oriente y Occidente, están en el núcleo del trabajo de ambos y le otorgan una dimensión cosmogónica a su obra.

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