por Javier Gilabert / Fernando Jaén | Septiembre 2020
Aurora Luque (selfie confinada)
Aurora Luque nació en Almería en 1962 y pasó su infancia en Cádiar, la Alpujarra granadina. Estudió en Granada, en cuya Universidad se licenció en Filología Clásica en 1987. Es profesora de Griego Clásico en la ciudad de Málaga; escritora, poeta, articulista, editora, traductora de, entre otros, Meleagro, Safo, María Lainá, Louisa Labé o Renée Vivien.
Aurora Luque es poeta del amor, del mar y de la noche, del gusto por la vida, los sabores, los tactos y los aromas, del paso implacable del tiempo y la vecina muerte. También de la ironía, del juicio crítico y el escepticismo. Mujer viajera, nos lleva por ciudades o islas, abraza los siglos, los recrea y los honra en sus escritoras, músicos o pintores con quienes a menudo dialoga. Nos hace mirar con mirada de cine, renueva las metáforas de la naturaleza o la publicidad y actualiza una y otra vez el mundo clásico. Recorrer sus poemas, pudiera ser un sentirse embarcado en el ritmo vivo de la palabra y sus sonidos, pero también a menudo releer, recordar, investigar y comprender. Sentir y aprender en el viaje.
Fernando Jaén: ‘Gavieras’, con el que has obtenido el prestigioso XXXII Premio Loewe, es un libro que nos lleva de viaje por el mundo clásico, subidos al mástil de la historia. La poeta que escribe las historias de estas mujeres desde la atalaya de su navío, ¿lo hace mirando al presente, al pasado o al futuro que vislumbra? ¿Qué testimonio te ha faltado por incorporar en este magnífico poemario?
Aurora Luque: El viaje por el mundo clásico es apasionante siempre que se emprenda como búsqueda de tesoros reciclables, de restos palpitantes, de ideas todavía estimulantes y vivas. Más que escribir historias de mujeres, dialogo con ellas en algunos momentos críticos y audaces de sus trayectorias. Y les pregunto por cosas que sintieron y aprendieron pero que no quedaron recogidas en los relatos canónicos. Los mitos nos permiten todo eso: darles la vuelta y mirar lo que esconden por detrás, sus penumbras.
F.J.: En ‘Gavieras’ reivindicas la voz de personajes femeninos silenciados y tergiversados por la historia, como Medusa o Anfitrite, la diosa del mar en calma enfrentada a la imagen de un Neptuno furioso y desatado. ¿Es tu poesía una forma de reparar tanto olvido? ¿Se puede aún restaurar la imagen distorsionada que nos ha llegado de alguna de estas figuras clásicas?
Aurora Luque: La reparación estaría en cada lectura, en cada lector y lectora. Yo me limito a cantar: a recordar, a celebrar o a lamentar. No soy abogada de Medusa o de Dafne, ni experta en restauración. Pero escucho cómo susurran todavía, cómo protestan y quieren contarnos otras versiones que difieren del relato oficial. De verdad, hablan ellas. Yo sólo escucho y transcribo. Presento. No invento. El germen de sus disidencias ya lo pusieron los poetas antiguos: Eurípides nos hace empatizar con Medea.
«La vida está hecha de lenguaje y la poesía es el mayor ejercicio de rebeldía e indagación que se hace con/sobre él»
Javier Gilabert: El compromiso es una constante en ‘Personal y político’, tu poemario anterior, pero también está presente en ‘Gavieras’. De hecho, ambos libros están conectados mediante un poema. ¿Es el mismo compromiso el que se entrevera en ambos poemarios? ¿Por qué es necesario el compromiso en la literatura y en la poesía?
Aurora Luque: Porque la vida está hecha de lenguaje y la poesía es el mayor ejercicio de rebeldía e indagación que se hace con/sobre él. Ante los discursos falsificadores y manipuladores, la poesía es la encargada de gritar que el emperador va desnudo.
El compromiso de los escritores con su presente es ineludible: en mi caso defiendo la utopía feminista y por ello he dedicado mucho tiempo y energía al rescate de antepasadas aplastadas por la misoginia y sus olvidos: Renée Vivien, Mercedes Matamoros, la dramaturga ilustrada María Rosa de Gálvez, la embajadora y escritora republicana Isabel Oyarzábal…
F.J.: Descubro en la segunda parte de ‘Gavieras’ un poema dedicado a la gran (debo confesar que me fascina su obra) Chantal Maillard, ‘Mailardiana’, ¿qué relación te une a esta «noctívaga» poeta?
Aurora Luque: Somos amigas y vecinas en Málaga. No es noctívaga en absoluto. Nadie está indagando con tanta penetración en el dolor como ella. Su poesía nace de la tremenda clarividencia de la filósofa que también es. Su Medea varada es potentísima.
J.G.: En el recientemente publicado ‘Grecorromanas’ recuperas una serie de autoras de la Antigüedad Clásica olvidadas por la tradición literaria. Desde el s. VII a.C. hasta el IV d.C. ¿Da la tradición literaria andaluza para una antología similar? ¿Crees que nuestras autoras contemporáneas necesitarán en el futuro que alguien realice con su obra una labor parecida, o por fin las cosas están cambiando de verdad?
Aurora Luque: Creo que las cosas han cambiado sustancialmente desde los años ochenta, con Juana Castro y Ana Rossetti. Pero, ay, la libertad es frágil y ya sabemos lo fortísima que se muestra la reacción antifeminista en nuestro país. Ocho años -pongamos- de gobierno de derecha cuasifascista nos harían volver a niveles de desigualdad casi preconstitucionales. Lo temo de verdad. Ayer (12 de septiembre de 2020) paseé por un pueblo costero de Málaga y la presencia de signos reaccionarios en balcones e indumentarias era abrumadora. No es cosa frívola. Hay una hostilidad tremenda a los logros conseguidos por las mujeres libres.
Se odia la realidad, y la realidad es que la única revolución progresista en marcha es la feminista, global e imparable. Pero el antifeminismo está incluso en las firmas de los grandes periódicos: lo llaman ‘ir contra lo políticamente correcto’, pero es misoginia pura y dura.
«Hay una hostilidad tremenda a los logros conseguidos por las mujeres libres»
J.G.: Tu traducción de ‘Si no, el invierno. Fragmentos de Safo’, de Anne Carson, editado el pasado otoño, vuelve a estar de actualidad gracias a que recientemente dicha autora fue galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Letras. ¿En qué medida ha influido en tu obra la autora canadiense? ¿La ves como ganadora del Nobel?
Aurora Luque: Ojalá consiga el galardón sueco, su poesía lo merece. La he leído en los últimos años: ojalá hubiera podido encontrar una escritura como la suya en mis años de formación. Lo que admiro más en Carson es su absoluta libertad: hace lo que le apetece, mezcla géneros hasta extremos extravagantes, une a Cátulo con su hermano; a Keats con su marido y con el tango; a Simónides con Paul Celan y recicla a Estesícoro en clave anglosajona. Envidio esa libertad insolente.
F.J.: Hay una corriente en la actualidad que pretende reescribir los mitos desde una mirada contemporánea, femenina y alejada de los antiguos valores clásicos que se le han atribuido al sexo femenino. Ejemplos de esta corriente son el poemario ‘Medea’ de Maillard, la revisión de Penélope, de Margaret Atwood o ‘Circe’ de Madeline Miller. ¿Por qué se hace tan necesario actualizar estas figuras clásicas y reivindicarlas desde un nuevo enfoque? ¿Qué es lo que atrae de este mundo clásico y qué enseñanzas se pueden extraer y aplicar a nuestra sociedad actual?
Aurora Luque: Los mitos son tan elásticos y flexibles que no han envejecido ni caducado en absoluto. Contienen capas y capas de significados. Los propios poetas griegos nos ofrecieron ya variaciones sobre ellos. Y además nuestra sociedad no es tan distinta de la que creó esos mitos: subsiste el mismo durísimo esqueleto patriarcal. Mujeres que esperan pasivamente (Penélope), que son acosadas (Dafne) o violadas y culpadas por ello (Medusa), o repudiadas y humilladas por reyes (Medea) o condenadas a muerte por mostrarse rebeldes (Antígona)… Todas ellas podrían haber sufrido lo mismo en la dictadura franquista o en un régimen islamofascista actual. El enfoque nuevo está en escuchar sus argumentos: escuchar al Otro. A la Otra, a las Otras. Decir ‘basta’ e inventar otro contenido para la vieja caja de Pandora.
«Los mitos son tan elásticos y flexibles que no han envejecido ni caducado en absoluto»
F.J.: La edición y los textos de Safo que traduces en el fantástico ‘Safo, poemas y testimonios’ para Acantilado constituyen un trabajo memorable. ¿Con qué dificultades te has encontrado a la hora de recopilar y traducir sus textos? ¿Has incluido material novedoso con respecto a otras recopilaciones? ¿Qué peso tiene la obra de esta poeta con mayúsculas en tu obra y en la historia de la poesía occidental?
Aurora Luque: Sí, he incorporado los textos de algunos poemas descubiertos en este siglo, en 2004 y 2014, en papiros muy fragmentarios, pero legibles. La papirología nos concede estos regalos. Hay un poema nuevo completo, la ‘Canción de los hermanos’. Las dificultades al traducir a Safo son de dos tipos: de un lado, las que provienen del deterioro textual de los fragmentos; de otro lado está el peso de todas las traducciones ya existentes, que están ahí, vigilantes. Safo es la primera poeta de Occidente y resulta que es excelente, como Homero lo es en lo suyo. Safo inventa/traduce el amor y el deseo como experiencias humanas íntimas con una complejidad y hondura inigualables y con una belleza deslumbrante. ¿Cómo no aprender de ella? Todos los grandes romanos fueron sus discípulos rendidos: Horacio, Catulo, Ovidio… No ha dejado de enseñarnos en veintiséis siglos. Tiene algo nuevo que contar en cada época.
F.J.: Destacan en tu producción poética, entre otros, títulos como ‘Problemas de doblaje’ (Accésit al premio Adonais), ‘Carpe noctem’, ‘Transitoria’, ‘Camaradas de Ícaro’, ‘Haikus de Narila’ y ‘La siesta de Epicuro’. ‘Fabricación de las islas (Poesía y metapoesía)’, es una antología de tu obra publicada en Pre-Textos y realizada y prologada por Josefa Álvarez Valadés, nos da una idea del peso y trascendencia de tu poesía. Esta edición cuenta además con un prefacio de Caballero Bonald. ¿Qué se siente al ser estudiada por grandes nombres como estos?
Aurora Luque: Mucha gratitud por las palabras generosas de mi admirado Caballero Bonald. La profesora Álvarez Valadés se ocupa desde hace quince años de mis libros con inteligencia y viva erudición: gratitud enorme, porque ha sabido estudiarlos desde ángulos diferentes con una mirada que los enriquece y clarifica. Aprendo inesperadas cosas de mí misma cuando leo sus artículos.
F.J.: Tus reflexiones sobre la poesía, los poetas y la traducción literaria se recogen en tu curioso texto ‘Una extraña industria’. ¿Qué cimientos de la tradición poética abordas en este libro?
Aurora Luque: Es una recopilación de artículos y reseñas previamente publicados, editada por la universidad de Valladolid en 2008, con una maravillosa fotografía de Juan Bonilla en la cubierta y un admirable y consistente prólogo de José Andújar. Ahí están mis obsesiones: el mar primordial, la poesía como incubadora de utopías, los lemas éticos y estéticos que derivan de mi plagio horaciano (carpe noctem, carpe mare, carpe verbum, carpe amorem…) Y los y las poetas que he ido encontrando y amando a lo largo de mi vida.
«Juan Ramón no habría llegado a ser lo que es sin una traductora de poesía americana a su lado»
J.G.: ¿Traducir poesía es un ejercicio poético en sí mismo?
Aurora Luque: Si amas y respetas a la poesía, sí. Para mí es un apasionante entrenamiento, una especie de atletismo puro y solitario, un gimnasio en el que practicas desnuda. Es la lectura más honda que puede hacerse. Comencé a traducir a partir de la relectura repetida de los líricos griegos arcaicos. Ahora casi es un vicio. Traduzco por placer siempre. ¡Debemos tanto a los traductores-amantes de la poesía! Yo no estaría aquí si no hubiera leído a Hölderlin de la mano de Cernuda o si no hubiera tropezado con las versiones griegas de Joan Ferraté. Y, salvando las distancias gigantescas, Juan Ramón no habría llegado a ser lo que es sin una traductora de poesía americana a su lado.
‘Personal & político’ estaba más vinculado a la crisis de 2011, con la degeneración turística, las series de TV y sus héroes más ácidos, etc. ‘Gavieras’ es clamorosa, orgullosamente feminista en buena parte de sus textos.
J.G.: “La cultura patriarcal ha evitado un modelo de mujer intelectual”, afirmas. ¿Estamos, por fin, ante un cambio de paradigma, o no se ha avanzado en ese sentido? ¿Qué modelo de mujer van a encontrar l@s lector@s de ‘Gavieras’ en sus páginas?
Aurora Luque: El feminismo ha venido para quedarse en el ámbito de los grandes logros intelectuales de la Humanidad, como los derechos humanos o la abolición de la esclavitud. La práctica política, ya sabemos, es otra cosa. La mujer intelectual no ha tenido referente simbólico: en la cultura judeocristiana no hay sabias, sólo madres-vírgenes, cuidadoras o prostitutas arrepentidas. A Teresa de Ávila se la deja estar por santa, no por doctora. Gloria Fuertes tuvo que disfrazarse de poeta infantil. Al rector de la UNAM no le parecía conveniente que María Zambrano diera clases de filosofía en la ciudad de México y la mandó a Morelia. Estaba todo por hacer.
El cambio de paradigma está en camino, sí, de consolidarse: quiero pensar que será irreversible.
En ‘Gavieras’ están la espigadora Agnès Varda, Poimenia la peregrina, la revolucionaria napolitana Eleonora Fonseca Pimentel, la exiliada Isabel Oyarzábal, la no-Marisol, Eurídice que cuenta su descensus ad inferos, la editora almeriense y gaviera Ana Santos Payán… Y las Danaides, un mito con el que ando obsesionada.
J.G.: Llegamos al “momento Carta Blanca”. Nos encantará que cierres esta entrevista como te apetezca.
Aurora Luque: Pues voy a hablar de los higos y de otras frutas, y de cómo nos acompañan y confortan las cosas más sencillas y gratuitas en los tiempos oscuros.
Cuando ya había muerto, preguntaron a Adonis en el Hades qué era lo más hermoso que había dejado aquí arriba, en el mundo de los vivos. Y contestó: «Lo más hermoso que dejo es la luz del sol. Después, los astros luminosos y el rostro de la luna y los higos maduros, las manzanas, las peras».
Esto lo cuenta en un poema una mujer, Praxila de Sición, que se dedicaba a componer ‘paroinia’, canciones para acompañar el vino en los banquetes. Los listos de turno pensaron que Praxila había dado voz a un Adonis necio, porque mezclaba los higos y las peras con la luna y el sol, y se inventaron un refrán para escarnecer a Adonis y de paso a la autora de los versos: «Eres más tonto que el Adonis de Praxila». Yo, en cambio, creo que Adonis sentía nostalgia de lo verdaderamente valioso: el sabor de la fruta fresca y madura, la contemplación de los astros, por ejemplo. Digamos que es tarea de la poesía recordarnos la emoción de lo sencillo, el valor de lo primario, de los dones primordiales: la contemplación lenta del mundo y el placer de saborearlo, de cantarlo y celebrarlo con unos pocos buenos amigos. Afanes, ruidos, hipocresías, velocidad: de nada de eso sentiremos nostalgia. Unos higos frescos recogidos temprano en el árbol: a la memoria no la engañaremos.
POEMAS DE AURORA LUQUE
Rumbo al este
Escucho al mediodía.
Un presidente torpe
poil de carotte
cerebro de boniato
manda bombardear
una noche de enero
un pedazo de Persia
y mata a muchos.
A la noche siguiente
escucho en Radio Clásica
a Maja Vasiljevic:
…el tanbur, un instrumento clásico otomano que por la procedencia
de sus maderas simboliza un amplio abrazo fraternal.
Se ensambla su cuerpo abovedado con tiras de maderas diferentes:
el arce flameado, la caoba, el nogal persa,
el árbol de bálsamo de Meca, el castaño español, el albaricoquero,
el palo de rosa de la India, el enebro de Grecia, la morera…
De pronto escucho hojas. Huelo maderas. Lloro.
Árboles veteranos, cobijo de la música.
Música voladora, cobijo de la noche.
Noche, cobijo mío,
¿no está pidiendo el mundo
una liberación
como una danza?
Espigar
A Agnes Varda
y al LP de La rosa del azafrán que había en mi casa
La segunda existencia de las cosas
derecho de espigueo
le glâneur / la glâneuse
un edicto del siglo dieciséis autorizaba
a espigar a los pobres después de la cosecha tras la puesta del sol
y antes de amanecer
esta mañana muy tempranico
coros de espigadoras encerradas
en un círculo negro de vinilo
hambre de trigos vístete de canciones
hambre de canciones sáciate de pasiones diminutas
por los carriles de los rastrojos
la espigada
la muchacha-espiga pasó a ser la mujer espigante
si a tu lado me aguarda un querer
no me importan los aires ni el sol
ni que arranques de cuajo la mies.
Agnes glâneuse de nuevo va a nombrar
este desatendido microamor hacia el mundo
-Dos momentos son buenos
para espigar moluscos en la arena
después de las tormentas fabulosas
o tras la alta marea
(pues llega la tormenta de la trágica muerte
desordena lo alzado en las orillas
y has de salir descalza solitaria
a espigar los residuos de ánima y de ánimo
caracolas con un poco de carne
salada y comulgable)
Agnes ha regresado de Japón
la espigadora con su esportilla
entra en su casa vieja
trae su maleta llena de trouvailles
soy la hormiguita de los despojos
-Hormiguea y espiga, mas no pierdas
tu musical carácter de cigarra
canta la dignidad de lo que arrastra vida con ahínco
nadie escriba por ti la canción de lo útil
por esos trigos van ellas solas
y se engalanan con amapolas
la mujer espigante pasó a ser la anciana espigadora
Agnes filma su mano izquierda con una
cámara en la derecha
y encuentra a un animal autónomo.
-Me gusta ser vieja, creo –dice.
Y como tiene muy buenos ojos,
espiga a veces de los manojos
Varda espiga espigadores.
Me quisiera enrolar
ser una de las suyas
en los silencios de horas despojadas
contra el mundo que eleva vacíos deslumbrantes
y luminosas nadas flatulentas
que fabrica furiosamente ruidos
y ficción de alimentos impolutos
ir detrás de las hoces
cuidando los descartes
espigas en el borde lodoso de la acequia
manzanas olvidadas en lo alto de las ramas
la carne irregular la piel manchada
los malformados frutos
las horas malvividas calientes y deformes
palabras averiadas
que olvidamos guardar
y están a la intemperie entre los surcos
levantarse y volverse a agachar
todo el día a los aires y al sol
si acaricio lo roto entre mis manos
volverá a germinar
¿y si escribir no fuera
sino un himno al final de la cosecha
sino un recolectar despreocupadas
aceitunas o díscolas espigas
o un racimo en la helada
celebrar la segunda existencia de las cosas
recuperar la vida que acusaron de inútil
el amor del camino?
Ten memoria de mí, segadora.
La no Marisol
Este sueño insolente ventila un diminuto teatro de memoria
-microcámara negra que quisiste sellada-
la refresca y reanima aquel terror
cándido y necrosado,
aquel de no acertar a sacar de tu boca tan torpe de ocho años
la palabra exigida, el candor elocuente.
Los vecinos, los amigos paternos, los tenderos,
los tíos, los maestros esperaban
que aquella niña flaca tan lectora
hablara bien, con gracia de muñeca parlante y bien criada.
No nacían palabras para ellos.
Qué pavor, los adultos.
Qué inhóspitas sus fórmulas sus misas sus amenazas bíblicas
sus pobres vaticinios sus ramplonas ideas de belleza sus cálculos
sus calderas de aceite hirviendo los pecados
sus marisoles
y sus risas.
Líquenes enfermizos implantaba aquel miedo
en los pliegues más húmedos del telón que colgaste.
Desde esa concha asalta todavía
un pánico ulcerante
no medicalizado
a no entender las voces de la vida.
(De Gavieras)
Ha muerto Umberto Eco. Epitafio
Los dioses, nos tememos, son también imperfectos.
No han sido diseñados satisfactoriamente.
A unos falta elegancia, a otros misericordia.
Los hay tacaños, broncos, rencorosos,
por exceso de celo, de justicia
o de amor irritantemente puro.
Nadie pensó en soñarlos eruditos.
Si hubiera al menos ángeles leídos.
Lo peor es, quizá, la Casa Eterna.
No tienen bibliotecas en los cielos.
Oh, sí, suplicaríamos
por una tibia cápsula sin tiempo, alcanzada por voces
de poetas amados. Mas ¿cómo se podría soportar
la eterna eternidad sin libro alguno?
Ese diseño habrá que mejorarlo.
(Inédito en libro)
Carboneras, verano 2013
“Empápate de vino los pulmones
que ya llega la estrella del verano”.
Esto cantaba Alceo, señalando las cargas de molicie
y de sensualidades que traía el calor,
el centro de la vida. Llénate las entrañas
con faenas de eros, que vendrán tiempos hoscos
cuando acabe el verano.
“Empápate de yodo los pulmones”, nos decía mi padre
al llegar a la playa cada agosto. Respirad hondo; así,
quedarán protegidos en invierno
contra todo catarro y pulmonía. Yo imaginaba dentro
un charquito de yodo reposado y oscuro,
como un vaso con restos de café.
Vinieron tiempos fríos. Una huella de aquel yodo marino
quizá conforte aún en las borrascas.
Empápate de luz azul los ojos.
Esta mañana de olas voluptuosas
arde el mundo de pura plenitud.
Arenas primordiales, azul denso, sol claro.
Guárdalo en la memoria, protegido,
como licor que abrigue
cuando llegue el glaciar de la vejez.
(De Personal & político)