La atención, un timón para empezar a navegar

corbin  mernissi


En la última sesión hemos estado hablando de la imaginación creadora, “imaginacio vera“, diferenciándola de la fantasía-refugio, de la fantasía-huída, de la fantasía-anestesiante. Os hablé entonces del místico visionario Ibn Árabi, andaluz de nacimiento, uno de los guías idóneos para adentrarnos en la comprensión de lo que su traductor, Henry Corbin, llama “el mundo imaginal“, mundo de la tierra celeste, espacio visionario (que no imaginario en el sentido habitual), territorio intermedio entre el mundo del “archké” (de lo originario) y el mundo de la realidad ordinaria.

La escritora marroquí Fátima Mernisi, en uno de sus libros El hilo de Penélope (Ed. Lumen) se pregunta, en un momento dado, ¿cómo encontrar una vía de salida cuando se está rodeado de noche? Exactamente la situación que está viviendo nuestra vendedora de fósforos. Mernissi, para responder a la pregunta, nos habla entonces de Ibn Árabi, por lo que creo oportuno citarla. El párrafo no tiene desperdicio. Dice así:

En estas circunstancias, el mejor maestro era Ibn Árabi, sufí andaluz del siglo XII que no solo aconseja viajar, quietos o en el espacio, con finalidad terapeútica, sino que insiste sobre todo en la necesidad de concentrarse en el presente si se atraviesa una crisis : “Debes librarte de las cosas vanas, mostrarte paciente en las pruebas…., ocuparte de lo que es más importante en el momento presente”.
Añade Mernissi: “Cuando se nos viene encima una catástrofe, el problema más grave es justamente nuestra incapacidad de concentrarnos. Nos dispersamos, y nuestra energía se disipa. A mi edad he aprendido que cuando se tiene que solucionar un problema lo peor es querer afrontarlo simultáneamente desde varios ángulos. Indefectiblemente nos vence el pánico. En mi caso, el primer efecto negativo del pánico es que minimiza mi capacidad de resolver el problema. Por esto es tan importante releer a los sufíes. Una de las razones de que estos místicos del Islam medieval aún tengan sentido en nuestros días, es precisamente el hecho de que abordasen la cuestión de la atención: ¿cómo imponerse una disciplina para concentrar toda la energía donde sea más útil?

Más adelante añade: “… y sobre todo, ante el desastre, evitar caer en el desprecio de sí mismo, que es otra manera de definir la depresión. Estamos deprimidos, dice Mernissi, cuando perdemos de vista nuestro propio poder. Escuchar nuestra fuerza interior es la única manera de coger el timón y empezar a navegar.

¡Ójala nuestra vendedora de fósforos, hubiese podido leer a Mernissi, o mejor, a Ibn Árabi! Claro que entonces no existían estas redes entre culturas de las que podemos disfrutar hoy en día (¡gracias a estas maravillosas traducciones asequibles!). Ella no pudo, pero nosotras sí podemos. Creo que una de las tareas que tenemos entre manos cada uno/a de nosotros/as es, sin duda alguna, abrirnos a la mayoría de culturas posibles, mental y afectivamente, ampliar el mundo, nuestro mundo. Viajar atravesando culturas, con una intención terapeútica como precisa, tan lúcido, Ibn Árabi, culturas presentes o/y pasadas (Ibn Árabi hablaba de “viajar quietos”), recogiendo en cada una de ellas unos cuantos “timones” sin duda necesarios en esta travesía por el mar tumultuoso de nuestro presente (tan individual como social).
Por esto Kenneth White, también, habla de “nomadizar entre las culturas del mundo” (él llama a ese movimiento “nomadismo intelectual”).
De hecho, es un doble movimiento: en primer lugar, dispersarnos, disiparnos entre la multiplicidad cultural mundial y, en segundo lugar, volver a nosotras mismas, volver a la con-centración, a este lugar generador de poder propio, y allí iniciar una alquimia de lo visto, de lo sentido, de lo aprendido, de lo saboreado.

Una vez más, la salud está en el vaíven, aquí por lo que nos ocupa, en transitar la polaridad (no los contrarios) acción / contemplación.
Nuestra vendedora de fósforos no sabe de este sano vaíven. Está atrapada en la dualidad: actuar (no lo hace) o imaginar (fantasea), alejándose de su situación presente: dos cosas incompatibles entre sí en nuestra lógica dualista. Ni vuelve al mundo circundante, real y salvaje… (en los nuevos finales imaginados para el cuento, algunas habeís elegido esta opción: ir en busca del bosque, del mar etc…), ni retorna a sí misma, a las semillas germinadoras de su realidad (otras habéis ideado este final: la vuelta a sí misma, a través de volver a sentirse, las lágrimas por ej.). En lugar de poner atención a su realidad presente, en lugar de concentrarse en ella con más ahínco, nuestra vendedora de fósforos se evade por el turbio camino de la fantasía que le lleva no a más vida, a más potencia, a más plenitud, sino a la congelación de la muerte.

Este es, sin duda, el mayor error, porque alejándonos de nuestro mundo nos alejamos también de nosotras mismas. Bien lo sabía Ibn Árabi… Por lo que parte de la solución es, sin duda, volver a nosotras mismas (concentrarse) para retornar al mundo de nuevo, y/o adentrarse en el mundo (lo que nuestro místico llama viajar) para así finalmente volver a sí mismo. De otro modo, fantaseando (es decir, evadiéndonos de nuestro presente a través de cualquier medio: alcohol, fiestas excesivas, sexo, drogas, adicciones….), negamos cualquier germinación de un nuevo horizonte de lo posible…

Estamos advertidas. Nos queda seguir leyendo los cuentos (leer de verdad, poniendo toda la atención y practicando lo leído), y releer, entre otros, a los maestros sufíes: afinar el timón de la atención. No es poca cosa.