
Probablemente, uno de los primeros mapas de Çatal Höyük, datado de 6.200 BC.
Catal Hüyük, la primera ciudad, es una ciudad construida contra los leones, los bisontes, las serpientes, los ratones.
Un círculo de piedras de al menos dos millones de años en la garganta de Olduvai. Es el refugio más antiguo (hogar para mujeres y niños humanos) de la Historia.
La predación deriva de la fascinación, que deriva a su vez de la satelización morfológica. Las abejas y su vida extraordinaria conforman una danza alrededor de su nido. Esta danza es un lenguaje nutritivo que retorna y convoca. El nacimiento del lenguaje viene inspirado por la predación. El lenguaje es una llamada. El lenguaje es una predación como, antes de su invención, el sueño en los animales es una predación no ya de presas sino de la silueta de las presas.
Planteo una gravitación carnívora silenciosa, luego lingüística, en la fuente de la ronda errante que inventó la danza que inventó el círculo.
En su retórica especulativa, Frontón dice que el lenguaje humano (las lenguas) come las imágenes como los cuerpos arrancan, con los dientes, las carnes.
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Hay una danza antes de la danza porque el círculo designa, simplemente, el retorno al remitente. Hay un goce concéntrico mortal. Hay un enigma del suplicio fundador de los grupos humanos que se concentran, se arrodillan, alzan los brazos, mascullan, se hacen uno en torno al supliciado, luego imponen un progresivo silencio en torno a la presa inerte, justo antes de la primera palabra del lenguaje que pronuncia la emoción de la muerte bajo la mirada de los supervivientes que los rodean a todos, en silencio, al menos en un silencio aún imitado, el “silencio total” de aquel a quien han arrebatado la vida.
Es Isaac en la cima de un monte.
Es el rey Penteo en la cima de un monte.
Es Jesús en la cima de un monte.
Las palabras que reputamos humanas son esos gritos ahogados que se elevan cuando la violencia se aplaca. Cada una de ellas designa a un ser que ya no está.
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La especie humana es espontáneamente alucinadora (más que auto-disimuladora).
Es inconsciente no por lo que rechaza sino porque jamás percibe lo real.
Los hombres rara vez abren los ojos a la aterradora anarquía de la crónica humana. A ojos humanos, es decir, en el fondo de su memoria inevitablemente lingüística, toda catástrofe deviene un calvario que tiene un sentido. Este sentido equivale a la saciedad, es decir, a la paz. El narrador social (el mito) siempre defiende la reproducción del orden social, que inscribe violentamente en el paraje, contra el “parásito” que desaloja en la sangre y cuya muerte violenta devora, y la apariencia y hasta el recuerdo. Cada pueblo se distribuye sus acontecimientos orientados, sus asociaciones retrospectivas, sus mentiras, sus “facta falsa”, de lengua en lengua, es decir, de comunidad en comunidad. El futuro siempre es bueno, la situación es positiva, el grupo es, en líneas generales, inocente, los niños son más o menos amables, la paz no tardará en llegar aunque no ha estado presente ni siquiera una hora.
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El hecho de decir se olvida bajo lo que se ha dicho.
El quod de la lengua se olvida en beneficio del quid del pensamiento.
El significante se olvida bajo el significado.
El sacrificio sangriento se olvida bajo el Dios.
El señuelo social se olvida bajo el padre.
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Cuando los fragmentos sexuales se unen, las bocas sexuales diferentes de la mujer y del hombre imitan una manducación que se inhibe. Se encarnizan en la ternura. Esto se llama seducir en quienes fingen seguir siendo herbívoros. Pero la palabra masacre es el viejo nombre francés de la unión sexual. En latín unión sexual se decía unio carnalis. Hay que remontar incesantemente el antaño de la devoración.
El encarnizamiento define estrictamente la adquisición de lo carnívoro.
Encarnizarse es ofrecerse a la carne sangrante que surge bajo la piel muerta.
Encarnizar a un halcón, encarnizar a un perro, a fin de hacerlos cazadores.
Somos una especie encarnizada.
En los pueblos cristianos, durante un milenio, los viernes correspondían a la prohibición de la carne (carne roja) y al domingo correspondía la prohibición de la masacre (en el sentido de coito).
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Expulsa lo natural, y volverá al galope.
Expulsa la animalidad, y el alma humana abre sus ojos de rape y su hocico de tigre.
Cubre los cuerpos de tejidos, de telas, de seda, de lujo, de tatuajes, de joyas, y la arcaica desnudez simiesca surge de pronto al borde de una costura o en un pliegue.
Traducción: Antonio F. Rodríguez
http://revistakokoro.com/circulus.html
Pascal Quignard. Les désarçonnés. Cap. LXXVII, Grasset, 2012 (éd. de poche “folio” , 2014). Trad.: Los desarzonados, El cuenco de plata, 2013.
Pascal Quignard (Verneuil-sur-Avre, 1948) es un prodigioso escritor y lingüista francés, autor de una obra ya considerable (novelas, ensayos, tratados, cuentos…). Procede del seno de una familia con larga tradición musical. Él mismo fue músico, violonchelista, y fundó y dirigió el Festival de Ópera y el Teatro Barroco de Versalles; también escribió el guión del film Tous les matins du monde. Sus textos, impregnados de una honda sensibilidad rítmica y de una estremecedora delicadeza musical, dibujan continuos meandros que serpentean por la etimología de las palabras. Su escritura, poética e hipnótica, se abreva en la cultura clásica y requiere del lector una lectura pausada, meditada y reiterada. Siendo niño sufrió fases de autismo y anorexia, que se repitieron en la pubertad, trastornos que contribuyeron a que el lenguaje tomase forma dentro de su cabeza de una forma completamente diferente a como lo hubiera hecho de haber gozado de un desarrollo (más) sano y normal. Esta dolorosa y temprana experiencia personal sin duda no es ajena a la naturaleza singular, híbrida, heterodoxa, del pensamiento y de la escritura de Quignard. Según él mismo ha declarado, ese silencio forzado fue lo que le llevó hasta la escritura y la lectura, “pude hacer el siguiente trato: estar en el lenguaje callándome”. En 1976, se unió al comité de lectura de la prestigiosa editorial Gallimard hasta el año 1994, fecha decisiva en que abandonó todos los cargos públicos, y se aisló por completo para centrarse en la escritura. Les désarçonnés hace parte de una serie de 14 libros, un amplio proyecto de escritura fragmentaria (un conjunto de pequeños tratados, de aforismos, de anotaciones, de cuentos…) iniciado en el 2002 llamado Dernier royaume que, a día de hoy, consta de nueve tomos. El último publicado se titula Mourir de penser (2014), Morir por pensar (El cuenco de plata, 2015).
https://es.wikipedia.org/wiki/Pascal_Quignard