Olfateé los pólenes, la humedad del aire.
Me senté sobre el liquen. Contemplé mis manos. Sopesé. Mi cuerpo, balanza.
La niebla descendió por la ladera soleada y, agua también al fin y al cabo, algo de mí halló, lenta, las vías del descenso.
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La superficie es donde la mayoría de los individuos conviven durante la casi totalidad de su existencia. Mantenerse en ella o descender depende de la velocidad a la que vibre la mente. En la superficie, la vibración es más rápida. O bien le digo superficie a ese estado en el que vivo cuando la vibración se acelera.
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Tarareo unas notas. Atiendo a su melodía: frase abierta, inquietante.
Pruebo el modo de la nana. Burbujas musicales, círculos pequeños que apaciguan.
Dicen que hay lugares donde el canto adopta las curvas suaves del paisaje.
Aprender a cerrar. Consentir el descenso.
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Atrás. La mano sobre el pecho donde a veces las otras acuden. Inicio el descenso de la memoria. Pues de descender se trata aunque, de acuerdo con la apreciación del tiempo sucesivo en el estado de vigilia, se lo llamaría retroceder. Sigo bajando hasta que me encuentre con algún obstáculo, algo que me impida pasar con soltura entre las imágenes. Ahí está. Me detengo. La mano. Atiendo. Y acude una sensación. Percibo el miedo.
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Tal vez sea el amanecer, la bruma levantándose, el horizonte austero. O tal vez este don del viaje que, sustraído al imperio del mí, algo se encuentra liberado y sin estar en sí se reconoce, sostenido sobre un lago de ternura. Allí es el refugio.
Cuidar el descenso. Proteger el núcleo sin sofocarlo. Ésa es la tarea.
Pero, en cuanto vuelva al mí y los objetos familiares asalten mis sentidos, ¿no se disolverá como azúcar en el fondo de una taza de té?
Y esa voz antigua de cuyo aliento me aparté hace tiempo sopló en mi oído: El pájaro se posa, hace su nido y lo abandona para volver de nuevo a las regiones cálidas. El centro es la morada que el viajero construye en su andadura. De noche la despliega y de día la levanta y recoge, como hace con el aire al respirar. Así que ve y no pierdas en las regiones bajas lo que ahora custodias con esmero.
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Tan efímero todo, ¡tan efímero!
Chantal Maillard. La mujer de pie (fragmentos). Galaxia Gutenberg, 2015
Imágenes: Anish Kapoor. (1) Building for a void, 1992 | (2) Descent into Limbo, 1992