Hay dos tipos de cura. Chantal Maillard

David Escalona_Serie Vendados_XL


La superficie es donde la mayoría de los individuos conviven durante la casi totalidad de su existencia. Mantenerse en ella o descender depende de la velocidad a la que vibre la mente. En la superficie, la vibración es más rápida. O bien le digo superficie a ese estado en el que vivo cuando la vibración se acelera. […]

Quien se sitúa en el abajo permanece esencialmente vinculado a lo que ocurre y lo que ocurre es, en esa dimensión, infinito, inabarcable. Alguien que ha muerto es infinito. Ni su eliminación ni su ausencia pueden expresarse con palabras porque las palabras están hechas para limitar lo indecible, fragmentarlo, gramatizarlo para hacerlo comunicable en la diferencia. La cura de lo que ocurre en su dimensión infinita ha de efectuarse en el abajo.

Hay dos tipos de cura. La primera, la cura de superficie, «realiza» el abajo, circunscribe lo inabarcable por medio del lenguaje, lo reduce a dimensiones controlables, eficaces. Devuelve al individuo a la «normalidad» para que pueda seguir siendo útil en el engranaje social. Su comprensión (superficial) será la que derive de encajar las piezas, previamente recortadas a estos efectos dentro del marco que les corresponda. Al igual que con el psicoanálisis, puede que resulte de ello cierto alivio, pero aliviar no es curar. En realidad, no es más que «formalizar» el drama, simplificarlo en la palabra, hacerlo comunicable, común, reconocible. En lo reconocido, la singularidad del hecho se pierde y con ello, para bien y para mal, su dimensión infinita.

El abajo no es inconsciente, es simplemente inconmensurable. La otra cura pertenece a esa otra dimensión. Es comprensión en la unidad, antes de las diferencias, antes del lenguaje.

Sólo la voz poética acierta a veces a decir (sin decir) lo-que-ocurre en el abajo. La voz del abajo es el poema.

Aún hay otra lentitud. Y otra indiferencia o, más exactamente, una no-diferencia. Más allá del abajo, en un más abajo –o más arriba, según se mire– que es un más allá del mí. Allí el tiempo (casi) deja de existir. Es un lugar común, aunque no comunicable. Sin tiempo: sin diferencias. Por eso la cura, la auténtica cura, allí es posible.

Quien arriba a estas latitudes con el mí silenciado, el ánimo en calma y la atención despierta, logra entonces comprender lo que en superficie jamás podría. Pero es necesaria la brecha. El túnel o pasaje. Que esto lo facilite una sustancia o el sueño o la detención ejercitada de la voluntad es del todo indiferente.

Chantal Maillard. La mujer de pie. Galaxia Gutenberg, 2015 [Libro I, IV. Y del abismo una voz, p. 157]

Imagen: David Escalona. Serie Vendados, dibujo sobre papel vegetal.

 

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