Los Equinoccios y los Solsticios son los grandes hitos en el movimiento del Sol en relación a la Tierra. Son momentos importantes porque experimentamos un punto de inflexión en el ciclo de la luz solar.
Desde la antigüedad, a partir de la observación de los ciclos naturales y de las relaciones entre la Tierra y el Cielo se configuraron una serie de principios éticos. A través de la historia, numerosos rituales y festivales se han organizado para celebrar este evento cósmico. https://www.diainternacionalde.com/ficha/solsticio-invierno
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“No ha habido ningún pueblo que no haya atravesado algún tipo de fase de simbolismo solar en su filosofía, ciencia y teología. El Sol ha dominado todas las artes, ha estado involucrado en todas las teorías de armonía musical. Encontramos registros de esto en todas partes porque el Sol representa la restauración anual de la vida, símbolo de la gran resurrección de todas las cosas existentes, la gran redención, la elevación de toda la vida de la oscuridad a la luz”. (Manly P. Hall)
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Solsticio de Capricornio : Invierno en el hemisferio Norte, Verano en el hemisferio Sur
Solsticio es una palabra que significa “sol quieto”y marca la máxima polaridad de la luz. Según el calendario gregoriano, este lunes 21 de diciembre a las 11: 03 (hora peninsular), el sol entra en el signo zodiacal de Capricornio (es decir, los rayos del Sol comienzan a caer directamente sobre el Trópico de Capricornio), produciéndose el Solsticio de Invierno en el Hemisferio Norte, y el Solsticio de Verano en el Hemisferio Sur, el día más corto y la noche más larga del año en el Norte, y al revés en el Sud.
Los Equinoccios (21 de Marzo y 21 de Septiembre) y los Solsticios (21 de Junio y 21 de Diciembre) abren el ciclo de las 4 estaciones del año, y a la vez son parte de un ciclo mayor de la vida en la Tierra: el viaje de traslación de nuestro planeta alrededor del Sol (1 año en nuestro calendario).
El Solsticio de Verano marca el comienzo de un ciclo de apertura y expresión, de crecimiento, a partir de entonces la luz del día comienza a disminuir diariamente, creciendo la oscuridad, hasta que el día y la noche se igualen en tiempo en el Equinoccio de Otoño.
El Solsticio de Invierno, en cambio, marca el nacimiento de un ciclo de la naturaleza en el cual comienzan a brotar las semillas, cambian el pelaje los animales, y el ser humano y la tierra renuevan sus energías y se purifican. A partir del Solsticio de Invierno, la noche irá disminuyendo diariamente en un minuto, lo que irá haciendo “crecer” el día en la misma proporción, hasta que se produzca el Equinoccio que da paso a la Primavera.
El Solsticio de Verano representa el momento de expresión y crecimiento, y desde este momento la noche irá creciendo mientras la luz del día decrece. En cambio, el Solsticio de Invierno anuncia el renacimiento de la luz, porque desde ese momento la noche irá disminuyendo haciendo que la luz del día se extienda cada día más.
Esta danza entre el sol y la tierra es también el ritmo de nuestra propia naturaleza. En el ciclo de las estaciones se refleja nuestro propio ciclo vital: en la primavera se nace, en el verano se crece, en el otoño se decrece y en el invierno se muere para renacer.
La conjunción de Júpiter y Saturno durante esta noche de solsticio:
Se acerca además un gran evento astronómico durante esta noche de solsticio: la conjunción exacta de Saturno y Júpiter en el signo de Acuario. Esta alineación tiene lugar cada 20 años, pero desde el año 1623 no se aproximaban tanto: los 2 gigantes planetarios llegan a su mayor acercamiento, a tan sólo 0,1º de distancia, durante la noche del solsticio. Tendremos que esperar hasta el 15 de marzo de 2080 para volver a ver a estos dos planetas tan cerca el uno del otro.
Se pueden distinguir fácilmente al mirar hacia el Suroeste a primera hora de la noche: Júpiter es el astro más brillante del cielo nocturno (por detrás de la Luna) y, a su lado, un poco más a la izquierda, se puede ver Saturno, un poco menos brillante.
Lo excepcional de esta conjunción radica en el hecho de que asistimos a un cambio de elemento. De darse en la triplicidad del elemento tierra (Tauro, Virgo, Capricornio) en los últimos 200 años aprox. se dará ahora en la triplicidad del elemento aire (Geminis, Libra, Acuario). En 1802 se produjo la primera conjunción precursora de Júpiter y Saturno en el elemento tierra, en 1821 la última en fuego y a partir de 1842 y durante todo el siglo pasado hemos visto que las conjunciones de Júpiter con Saturno se han producido en signos de tierra: en 1901 en Capricornio, en 1921 en Tauro, en 1961 nuevamente en Capricornio, en 1981 en Libra la fase anunciadora del elemento aire; en el 2020 se entrará de lleno en el ciclo de ese elemento con Acuario hasta 2199.
La última conjunción de Saturno con Júpiter (la que se produjo en el año 2000 en el grado 22º 42’ de Tauro) fue también la última en un signo de tierra, lo cual ocurrirá nuevamente en 900 años.
Las conjunciones de Júpiter con Saturno corresponden a ciclos socioeconómicos, religiosos, y estructurales. Finaliza, por lo tanto, un ciclo en un elemento, así como analógicamente deberá finalizar aquello que representa: lo concreto, lo práctico, lo materialista, lo tangible, los bienes, la productividad, la economía, la propiedad privada. Los signos de aire (Géminis, Libra y Acuario) son signos humanos, sociales, de asociación e intercambio, de comunicaciones, ciencias, artes y relaciones. Podemos pensar que a partir de esta conjunción de Júpiter y Saturno el mundo adopte una estructura socioeconómica diferente…
Feliz Solsticio a todas.os!
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Sombras, de D. H. Lawrence (Fragmento)
Y si, igual que el otoño se ahonda y se oscurece
siento el dolor de las hojas al caer y tallos que se rompen en las tormentas
y turbulencias y disolución y la zozobra
y luego, suaves sombras profundas plegándose, plegándose
sobre mi alma y mi espíritu, sobre mis labios
dulcemente, como un letargo, o más bien el estupor de una grave, triste canción
cantada más opacamente que el ruiseñor, y así hacia el solsticio
y el silencio de los días cortos, el silencio del año, la sombra,
sabré entonces que mi vida aún se mueve
con la oscura tierra y se humedece
en un profundo olvido, en el lapso de la tierra y su renovación.
Dos hijos. Un mismo nombre. Una misma decisión. Un mismo gesto. Dos madres frente a un mismo abismo. Contra el tabú. Por esa libertad. Por el coraje del suicida. Como homenaje.
«Daniel. Voces en duelo se concibió como homenaje a la memoria de nuestros respectivos hijos y fue oficiado en escena el 20 de octubre de 2018 en Málaga, en el Centro Cultural M.V.A, como clausura del Festival de Poesía Irreconciliables». (Chantal Maillard, 2020).
Chantal Maillard es poeta y ensayista. Doctora en Filosofía, se especializó en filosofías y religiones de la India en la Universidad de Benarés y ha sido profesora titular de Estética y Teorías de las Artes en la Universidad de Málaga. Ha recibido el Premio Nacional de Poesía por el libro Matar a Platón (2004) y el Premio de la Crítica por Hilos (2007).
Piedad Bonnett es poeta, novelista y dramaturga. Fue profesora universitaria durante tres décadas en la Universidad de los Andes. Entre sus reconocimientos se cuentan el Premio Nacional de Poesía, Colcultura, 1994, el Premio Casa de América de Poesía Americana de Madrid, en 2011, el Premio Poetas del Mundo Latino en Aguascalientes, México, en 2012, el premio honorífico José Lezama Lima de Casa de las Américas, en 2013, y en 2016 el Premio Generación del 27 en Málaga, España, por su libro Los habitados.
Reunir estos cuatro Diarios: Filosofía en los días críticos, Husos, notas al margen, Diarios indios y Bélgica, bajo el prisma del «método», responde a la voluntad de hacer explícito el camino de observación que ha guiado esta escritura desde sus inicios. Los libros van acompañados ahora de un capítulo introductorio: «La escritura como método», en el que la autora desvela los entresijos del mismo, sus etapas, el significado de los «hilos» y los «husos», y ofrece una guía para introducirse con ella en esta especial topografía de la mente. [de la web de Ch. M.]
Os transcribo la contraportada con extractos de su magnífico prólogo La escritura como método. Como dice Chantal, “escribo, ya sabéis, para que el agua… entre todos”.
<< Tenía nueve años recién cumplidos cuando confeccioné mi primer cuaderno. Para una cirugía de poca importancia, habían decidido someterme a una anestesia general. En realidad, perder la conciencia me daba pavor. La cuestión no era morirme, sino dejar de ver. Debía, pues, por todos los medios, mantenerme despierta. Así que decidí concentrarme y observar. A partir de entonces, la voluntad de observación nunca me abandonaría. Tampoco los cuadernos, que vinieron a ser no sólo una herramienta eficaz sino una forma de saberme. La escritura vino a ser mi manera de reconocerme, pero también –de esto me daría cuenta más tarde– mi manera de oír lo que me precede.
No sería, no obstante, hasta mucho más tarde, al entrar en contacto con ciertas técnicas de Oriente y comprender, en sus textos, su significación y su propósito, cuando entendí que esta escritura mía y la observación que comporta podían convertirse en método para la cuestión que desde siempre me había inquietado. Algo concreto podía –debía– en efecto observarse, algo que, detrás de los párpados, seguía en todo momento su proceso.
En las páginas que siguen trataré de mostrar que la escritura de estos diarios responde a la práctica de una observación que terminó siendo método. No tengo dudas de que, en épocas oscuras, la educación que se precisa es esa observación. Ver sucederse los actos mentales, saber distanciarse de ellos, disminuir el ansia que producen, podría dar lugar a una ética que reemplazase la moral defensiva, hiciera del respeto la norma de convivencia y de la humildad la regla del entendimiento.
Al final, una vida es bien poca cosa. Como refiere el haiku que Kobayasi Nobuyuki (conocido por el nombre de Issa), escribiera antes de morir, en el invierno de 1827, entre una tina y otra tina ¿quién ha entendido nada? Entre la cuna y el ataúd, tan sólo palabras vanas. Si alguna rara vez aún así sigo pensando que el camino recorrido entre una y otra tina ha valido la pena es por haber aprendido a situarme en los límites en los que el discurso pierde pie. Aunque, bien pensado, lo más probable es que tampoco eso importe. >>
Chantal Maillard, La arena entre los dedos. Diarios reunidos. Pre-Textos, 2020.
En Deprisa Jorie Graham explora qué significa vivir y morir en el siglo XXI, ahora que la tecnología y la crisis medioambiental han transformado nuestra existencia. Al mismo tiempo que realiza una conmovedora elegía por sus padres e indaga en su propia finitud como individuo, Jorie Graham radiografía los sueños de la posthumanidad: la hibridez entre el hombre y la máquina, la proliferación de la inteligencia artificial, la metamorfosis de las emociones y de la conciencia a través de rutinas médicas e informáticas, la necesidad de redefinir la empatía y el contacto.
«… Mientras muere solo las manos de madre siguen sin morir, cortando el aire…» JG
«Cenizas»
Maniatada a una tromba. Pedí a las plantas que me dieran mi pequeña identidad. No, a los planetas. Los que giran en arco, las flameantes entrañas de sus órbitas, y un gusano en una hoja, moho, campanas, una pérgola—todo mutando—desplegándose—vaciándose en un poco más de vida célula tras célula en el viento como este sonido de garabatear en papel. Creo que estoy cayendo. Recuerdo la tierra. La marga se asienta silenciosa, debajo de mí, esperando a hacer de nosotros lo que pueda, incluso humo, esperando a convertirse en un nuevo lugar de origen, el otro fantasmal, trabado de entrada, más entrada aún—me pasé la vida entrando—la cuestión del lugar pendiendo sobre mí año tras año—yo desapareciendo pero casi aquí en espíritu, aún, muy dentro, muy atrás, detrás, sabiendo que el insecto, el ave, el pez—no son allí sino víctimas— que podría volverme cristal—que después nos volveríamos deshielo—la morrena revelando agropiros, gramíneas, una prehistórica caricia materna congelada—o un dedo a punto de tocar una tranquila piel, de recorrer su polvo, la uña inquietando el filo del aire, rastreando su absurdo y perpetuamente imaginado final—saltando—aterrizando al tacto. Una mano. Sobre quién. Un surco recorrido donde un dios muere. Y sedoso antes de amoratado. Un universo puede morir. Lo que siempre podíamos tener, o ser un cuerpo. Luego agarrado por la cabellera e incrustado a presión en la existencia. Una. Ahora intenta escuchar los pinos, la floración, su destello, la salvaje tos del mar, meandro de cada río, torbellino de meandros—escucha—oye todas las pieles en maraña, incesantes—oye una piel que se cierra aprisionando lo que ya dejó de estar ausente. Aquí estás dice una voz en la luz, la luz atrapada. Sé feliz.
Jorie Graham
«Deprisa», 2017 Traducción y prólogo de Rubén Martín y Antonio F. Rodríguez Bartleby Editores, 2020
Manacled to a whelm. Asked the plants to give me my small identity. No, the planets. The arcing runners, their orbit entrails waving, and a worm on a leaf, mold, bells, a bower—everything transitioning—unfolding—emptying into a bit more life cell by cell in wind like this sound of scribbling on paper. I think I am falling. I remember the earth. Loam sits quietly, beneath me, waiting to make of us what it can, also smoke, waiting to become a new place of origin, the other one phantasmal, trammeled with entry, ever more entry—I spent a lifetime entering—the question of place hanging over me year after year—me thinning but almost still here in spirit, far in, far back, behind, privy to insect, bird, fish—are there nothing but victims— that I could become glass—that after that we would become glacial melt—moraine revealing wheatgrass, knotgrass, a prehistoric frozen mother’s caress—or a finger about to touch a quiet skin, to run along its dust, a fingernail worrying the edge of air, trawling its antic perpetually imagined end—leaping—landing at touch. A hand. On whom. A groove traversed where a god dies. And silken before bruised. A universe can die. That we could ever have, or be one body. Then picked up by the long hair and dragged down through shaft into being. One. Now listen for the pines, the bloom, its glittering, the wild hacking of sea, bend in each stream, eddy of bend—listen—hear all skins raveling, unending—hear one skin clamp down upon what now is no longer missing. Here you are says a voice in the light, the trapped light. Be happy.
Jorie Graham, «Fast», 2017.
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Jorie Graham nació en Nueva York, el 9 de Mayo de 1950. Es de los poetas más famosos e importantes de la generación de la postguerra americana. Se crió en Roma, y estudió filosofía en la Sorbona, aunque sería expulsada por participar en protestas estudiantiles. Completó sus estudios universitarios en la Universidad de Nueva York. Reemplazó al poeta Seamus Heaney como profesor Boylston en Harvard , convirtiéndose en la primera mujer en ser nombrada para este cargo. Fue galardonada con el Premio Pulitzer de Poesía en 1996, por su libro «The Dream of the Unified Field» – Selected Poems 1974-1994. Fue canciller de la Academia de Poetas Americanos de 1997 a 2003.
Esta conversación entre la poeta y filósofa Chantal Maillard y el sanscritista Òscar Pujol tuvo lugar por vía zoom desde el Instituto Cervantes New Delhi, India, el miércoles 21 de octubre 2020.
No esperaba sobrevivir tierra suprimiéndome. No esperaba despertarme de nuevo, sentirme en tierra húmeda mi cuerpo capaz de responder de nuevo, recordando después de tanto tiempo cómo abrir de nuevo en la luz fría de la primavera más temprana –
Miedo, sí, pero entre ustedes nuevamente llorando si arriesgan alegría
en el viento crudo del nuevo mundo.
Louise Glück, El iris salvaje (The Wild Iris), Trad. Eduardo Chirinos Arrieta, Pre-Textos, 2006.
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Louise Glück (1943, Nueva York) es autora de más de nueve libros de poesía y de una colección de ensayos, Proofs and Theories, que obtuvo el Premio PEN/Martha Albrand. Fue galardonada con el Premio Nacional de la Crítica por The Triumph of Achilles, el Premio Pulitzer por The Wild Iris (El iris salvaje, Pre-Textos, 2006), y el primer Premio otorgado por los lectores del New Yorker, además del Premio Bollingen, por Vita Nova (Pre-Textos). Entre otros, cuenta también con el Premio Nacional Bobbit otorgado por la Biblioteca del Congreso, el Premio William Carlos Williams otorgado por la Asociación de Poetas de Estados Unidos, el Premio Fundación Lannan y el Premio Ambassador, otorgado por la Unión de Hablantes de lengua inglesa. Louise Glück es miembro de la Academia Americana de las Artes y las Letras y profesora en el Williams College. Vive en Cambridge, Massachusetts. La editorial Pre-Textos también publicó su libro de poemas Ararat, en 2008, Las siete edades y Averno, en 2011.
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Los poemas no perduran como objetos, sino como presencias. Cuando lees algo que merece recordarse, liberas una voz humana: devuelves al mundo un espíritu compañero. Yo leo poemas para escuchar esa voz. Escribo para hablar a aquellos a quienes he escuchado.
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Louise Glück, Proofs and Theories (colección de ensayos).
Aurora Luque nació en Almería en 1962 y pasó su infancia en Cádiar, la Alpujarra granadina. Estudió en Granada, en cuya Universidad se licenció en Filología Clásica en 1987. Es profesora de Griego Clásico en la ciudad de Málaga; escritora, poeta, articulista, editora, traductora de, entre otros, Meleagro, Safo, María Lainá, Louisa Labé o Renée Vivien.
Aurora Luque es poeta del amor, del mar y de la noche, del gusto por la vida, los sabores, los tactos y los aromas, del paso implacable del tiempo y la vecina muerte. También de la ironía, del juicio crítico y el escepticismo. Mujer viajera, nos lleva por ciudades o islas, abraza los siglos, los recrea y los honra en sus escritoras, músicos o pintores con quienes a menudo dialoga. Nos hace mirar con mirada de cine, renueva las metáforas de la naturaleza o la publicidad y actualiza una y otra vez el mundo clásico. Recorrer sus poemas, pudiera ser un sentirse embarcado en el ritmo vivo de la palabra y sus sonidos, pero también a menudo releer, recordar, investigar y comprender. Sentir y aprender en el viaje.
Fernando Jaén: ‘Gavieras’, con el que has obtenido el prestigioso XXXII Premio Loewe, es un libro que nos lleva de viaje por el mundo clásico, subidos al mástil de la historia. La poeta que escribe las historias de estas mujeres desde la atalaya de su navío, ¿lo hace mirando al presente, al pasado o al futuro que vislumbra? ¿Qué testimonio te ha faltado por incorporar en este magnífico poemario?
Aurora Luque: El viaje por el mundo clásico es apasionante siempre que se emprenda como búsqueda de tesoros reciclables, de restos palpitantes, de ideas todavía estimulantes y vivas. Más que escribir historias de mujeres, dialogo con ellas en algunos momentos críticos y audaces de sus trayectorias. Y les pregunto por cosas que sintieron y aprendieron pero que no quedaron recogidas en los relatos canónicos. Los mitos nos permiten todo eso: darles la vuelta y mirar lo que esconden por detrás, sus penumbras.
F.J.: En ‘Gavieras’ reivindicas la voz de personajes femeninos silenciados y tergiversados por la historia, como Medusa o Anfitrite, la diosa del mar en calma enfrentada a la imagen de un Neptuno furioso y desatado. ¿Es tu poesía una forma de reparar tanto olvido? ¿Se puede aún restaurar la imagen distorsionada que nos ha llegado de alguna de estas figuras clásicas?
Aurora Luque: La reparación estaría en cada lectura, en cada lector y lectora. Yo me limito a cantar: a recordar, a celebrar o a lamentar. No soy abogada de Medusa o de Dafne, ni experta en restauración. Pero escucho cómo susurran todavía, cómo protestan y quieren contarnos otras versiones que difieren del relato oficial. De verdad, hablan ellas. Yo sólo escucho y transcribo. Presento. No invento. El germen de sus disidencias ya lo pusieron los poetas antiguos: Eurípides nos hace empatizar con Medea.
«La vida está hecha de lenguaje y la poesía es el mayor ejercicio de rebeldía e indagación que se hace con/sobre él»
Javier Gilabert: El compromiso es una constante en ‘Personal y político’, tu poemario anterior, pero también está presente en ‘Gavieras’. De hecho, ambos libros están conectados mediante un poema. ¿Es el mismo compromiso el que se entrevera en ambos poemarios? ¿Por qué es necesario el compromiso en la literatura y en la poesía?
Aurora Luque: Porque la vida está hecha de lenguaje y la poesía es el mayor ejercicio de rebeldía e indagación que se hace con/sobre él. Ante los discursos falsificadores y manipuladores, la poesía es la encargada de gritar que el emperador va desnudo.
El compromiso de los escritores con su presente es ineludible: en mi caso defiendo la utopía feminista y por ello he dedicado mucho tiempo y energía al rescate de antepasadas aplastadas por la misoginia y sus olvidos: Renée Vivien, Mercedes Matamoros, la dramaturga ilustrada María Rosa de Gálvez, la embajadora y escritora republicana Isabel Oyarzábal…
F.J.: Descubro en la segunda parte de ‘Gavieras’ un poema dedicado a la gran (debo confesar que me fascina su obra) Chantal Maillard, ‘Mailardiana’, ¿qué relación te une a esta «noctívaga» poeta?
Aurora Luque: Somos amigas y vecinas en Málaga. No es noctívaga en absoluto. Nadie está indagando con tanta penetración en el dolor como ella. Su poesía nace de la tremenda clarividencia de la filósofa que también es. Su Medea varada es potentísima.
J.G.: En el recientemente publicado ‘Grecorromanas’ recuperas una serie de autoras de la Antigüedad Clásica olvidadas por la tradición literaria. Desde el s. VII a.C. hasta el IV d.C. ¿Da la tradición literaria andaluza para una antología similar? ¿Crees que nuestras autoras contemporáneas necesitarán en el futuro que alguien realice con su obra una labor parecida, o por fin las cosas están cambiando de verdad?
Aurora Luque: Creo que las cosas han cambiado sustancialmente desde los años ochenta, con Juana Castro y Ana Rossetti. Pero, ay, la libertad es frágil y ya sabemos lo fortísima que se muestra la reacción antifeminista en nuestro país. Ocho años -pongamos- de gobierno de derecha cuasifascista nos harían volver a niveles de desigualdad casi preconstitucionales. Lo temo de verdad. Ayer (12 de septiembre de 2020) paseé por un pueblo costero de Málaga y la presencia de signos reaccionarios en balcones e indumentarias era abrumadora. No es cosa frívola. Hay una hostilidad tremenda a los logros conseguidos por las mujeres libres.
Se odia la realidad, y la realidad es que la única revolución progresista en marcha es la feminista, global e imparable. Pero el antifeminismo está incluso en las firmas de los grandes periódicos: lo llaman ‘ir contra lo políticamente correcto’, pero es misoginia pura y dura.
«Hay una hostilidad tremenda a los logros conseguidos por las mujeres libres»
J.G.: Tu traducción de ‘Si no, el invierno. Fragmentos de Safo’, de Anne Carson, editado el pasado otoño, vuelve a estar de actualidad gracias a que recientemente dicha autora fue galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Letras. ¿En qué medida ha influido en tu obra la autora canadiense? ¿La ves como ganadora del Nobel?
Aurora Luque: Ojalá consiga el galardón sueco, su poesía lo merece. La he leído en los últimos años: ojalá hubiera podido encontrar una escritura como la suya en mis años de formación. Lo que admiro más en Carson es su absoluta libertad: hace lo que le apetece, mezcla géneros hasta extremos extravagantes, une a Cátulo con su hermano; a Keats con su marido y con el tango; a Simónides con Paul Celan y recicla a Estesícoro en clave anglosajona. Envidio esa libertad insolente.
F.J.: Hay una corriente en la actualidad que pretende reescribir los mitos desde una mirada contemporánea, femenina y alejada de los antiguos valores clásicos que se le han atribuido al sexo femenino. Ejemplos de esta corriente son el poemario ‘Medea’ de Maillard, la revisión de Penélope, de Margaret Atwood o ‘Circe’ de Madeline Miller. ¿Por qué se hace tan necesario actualizar estas figuras clásicas y reivindicarlas desde un nuevo enfoque? ¿Qué es lo que atrae de este mundo clásico y qué enseñanzas se pueden extraer y aplicar a nuestra sociedad actual?
Aurora Luque: Los mitos son tan elásticos y flexibles que no han envejecido ni caducado en absoluto. Contienen capas y capas de significados. Los propios poetas griegos nos ofrecieron ya variaciones sobre ellos. Y además nuestra sociedad no es tan distinta de la que creó esos mitos: subsiste el mismo durísimo esqueleto patriarcal. Mujeres que esperan pasivamente (Penélope), que son acosadas (Dafne) o violadas y culpadas por ello (Medusa), o repudiadas y humilladas por reyes (Medea) o condenadas a muerte por mostrarse rebeldes (Antígona)… Todas ellas podrían haber sufrido lo mismo en la dictadura franquista o en un régimen islamofascista actual. El enfoque nuevo está en escuchar sus argumentos: escuchar al Otro. A la Otra, a las Otras. Decir ‘basta’ e inventar otro contenido para la vieja caja de Pandora.
«Los mitos son tan elásticos y flexibles que no han envejecido ni caducado en absoluto»
F.J.: La edición y los textos de Safo que traduces en el fantástico ‘Safo, poemas y testimonios’ para Acantilado constituyen un trabajo memorable. ¿Con qué dificultades te has encontrado a la hora de recopilar y traducir sus textos? ¿Has incluido material novedoso con respecto a otras recopilaciones? ¿Qué peso tiene la obra de esta poeta con mayúsculas en tu obra y en la historia de la poesía occidental?
Aurora Luque: Sí, he incorporado los textos de algunos poemas descubiertos en este siglo, en 2004 y 2014, en papiros muy fragmentarios, pero legibles. La papirología nos concede estos regalos. Hay un poema nuevo completo, la ‘Canción de los hermanos’. Las dificultades al traducir a Safo son de dos tipos: de un lado, las que provienen del deterioro textual de los fragmentos; de otro lado está el peso de todas las traducciones ya existentes, que están ahí, vigilantes. Safo es la primera poeta de Occidente y resulta que es excelente, como Homero lo es en lo suyo. Safo inventa/traduce el amor y el deseo como experiencias humanas íntimas con una complejidad y hondura inigualables y con una belleza deslumbrante. ¿Cómo no aprender de ella? Todos los grandes romanos fueron sus discípulos rendidos: Horacio, Catulo, Ovidio… No ha dejado de enseñarnos en veintiséis siglos. Tiene algo nuevo que contar en cada época.
F.J.: Destacan en tu producción poética, entre otros, títulos como ‘Problemas de doblaje’ (Accésit al premio Adonais), ‘Carpe noctem’, ‘Transitoria’, ‘Camaradas de Ícaro’, ‘Haikus de Narila’ y ‘La siesta de Epicuro’. ‘Fabricación de las islas (Poesía y metapoesía)’, es una antología de tu obra publicada en Pre-Textos y realizada y prologada por Josefa Álvarez Valadés, nos da una idea del peso y trascendencia de tu poesía. Esta edición cuenta además con un prefacio de Caballero Bonald. ¿Qué se siente al ser estudiada por grandes nombres como estos?
Aurora Luque: Mucha gratitud por las palabras generosas de mi admirado Caballero Bonald. La profesora Álvarez Valadés se ocupa desde hace quince años de mis libros con inteligencia y viva erudición: gratitud enorme, porque ha sabido estudiarlos desde ángulos diferentes con una mirada que los enriquece y clarifica. Aprendo inesperadas cosas de mí misma cuando leo sus artículos.
F.J.: Tus reflexiones sobre la poesía, los poetas y la traducción literaria se recogen en tu curioso texto ‘Una extraña industria’. ¿Qué cimientos de la tradición poética abordas en este libro?
Aurora Luque: Es una recopilación de artículos y reseñas previamente publicados, editada por la universidad de Valladolid en 2008, con una maravillosa fotografía de Juan Bonilla en la cubierta y un admirable y consistente prólogo de José Andújar. Ahí están mis obsesiones: el mar primordial, la poesía como incubadora de utopías, los lemas éticos y estéticos que derivan de mi plagio horaciano (carpe noctem, carpe mare, carpe verbum, carpe amorem…) Y los y las poetas que he ido encontrando y amando a lo largo de mi vida.
«Juan Ramón no habría llegado a ser lo que es sin una traductora de poesía americana a su lado»
J.G.: ¿Traducir poesía es un ejercicio poético en sí mismo?
Aurora Luque: Si amas y respetas a la poesía, sí. Para mí es un apasionante entrenamiento, una especie de atletismo puro y solitario, un gimnasio en el que practicas desnuda. Es la lectura más honda que puede hacerse. Comencé a traducir a partir de la relectura repetida de los líricos griegos arcaicos. Ahora casi es un vicio. Traduzco por placer siempre. ¡Debemos tanto a los traductores-amantes de la poesía! Yo no estaría aquí si no hubiera leído a Hölderlin de la mano de Cernuda o si no hubiera tropezado con las versiones griegas de Joan Ferraté. Y, salvando las distancias gigantescas, Juan Ramón no habría llegado a ser lo que es sin una traductora de poesía americana a su lado.
‘Personal & político’ estaba más vinculado a la crisis de 2011, con la degeneración turística, las series de TV y sus héroes más ácidos, etc. ‘Gavieras’ es clamorosa, orgullosamente feminista en buena parte de sus textos.
J.G.: “La cultura patriarcal ha evitado un modelo de mujer intelectual”, afirmas. ¿Estamos, por fin, ante un cambio de paradigma, o no se ha avanzado en ese sentido? ¿Qué modelo de mujer van a encontrar l@s lector@s de ‘Gavieras’ en sus páginas?
Aurora Luque: El feminismo ha venido para quedarse en el ámbito de los grandes logros intelectuales de la Humanidad, como los derechos humanos o la abolición de la esclavitud. La práctica política, ya sabemos, es otra cosa. La mujer intelectual no ha tenido referente simbólico: en la cultura judeocristiana no hay sabias, sólo madres-vírgenes, cuidadoras o prostitutas arrepentidas. A Teresa de Ávila se la deja estar por santa, no por doctora. Gloria Fuertes tuvo que disfrazarse de poeta infantil. Al rector de la UNAM no le parecía conveniente que María Zambrano diera clases de filosofía en la ciudad de México y la mandó a Morelia. Estaba todo por hacer.
El cambio de paradigma está en camino, sí, de consolidarse: quiero pensar que será irreversible.
En ‘Gavieras’ están la espigadora Agnès Varda, Poimenia la peregrina, la revolucionaria napolitana Eleonora Fonseca Pimentel, la exiliada Isabel Oyarzábal, la no-Marisol, Eurídice que cuenta su descensus ad inferos, la editora almeriense y gaviera Ana Santos Payán… Y las Danaides, un mito con el que ando obsesionada.
J.G.: Llegamos al “momento Carta Blanca”. Nos encantará que cierres esta entrevista como te apetezca.
Aurora Luque: Pues voy a hablar de los higos y de otras frutas, y de cómo nos acompañan y confortan las cosas más sencillas y gratuitas en los tiempos oscuros.
Cuando ya había muerto, preguntaron a Adonis en el Hades qué era lo más hermoso que había dejado aquí arriba, en el mundo de los vivos. Y contestó: «Lo más hermoso que dejo es la luz del sol. Después, los astros luminosos y el rostro de la luna y los higos maduros, las manzanas, las peras».
Esto lo cuenta en un poema una mujer, Praxila de Sición, que se dedicaba a componer ‘paroinia’, canciones para acompañar el vino en los banquetes. Los listos de turno pensaron que Praxila había dado voz a un Adonis necio, porque mezclaba los higos y las peras con la luna y el sol, y se inventaron un refrán para escarnecer a Adonis y de paso a la autora de los versos: «Eres más tonto que el Adonis de Praxila». Yo, en cambio, creo que Adonis sentía nostalgia de lo verdaderamente valioso: el sabor de la fruta fresca y madura, la contemplación de los astros, por ejemplo. Digamos que es tarea de la poesía recordarnos la emoción de lo sencillo, el valor de lo primario, de los dones primordiales: la contemplación lenta del mundo y el placer de saborearlo, de cantarlo y celebrarlo con unos pocos buenos amigos. Afanes, ruidos, hipocresías, velocidad: de nada de eso sentiremos nostalgia. Unos higos frescos recogidos temprano en el árbol: a la memoria no la engañaremos.
POEMAS DE AURORA LUQUE
Rumbo al este
Escucho al mediodía. Un presidente torpe poil de carotte cerebro de boniato manda bombardear una noche de enero un pedazo de Persia y mata a muchos.
A la noche siguiente escucho en Radio Clásica a Maja Vasiljevic: …el tanbur, un instrumento clásico otomano que por la procedencia de sus maderas simboliza un amplio abrazo fraternal. Se ensambla su cuerpo abovedado con tiras de maderas diferentes: el arce flameado, la caoba, el nogal persa, el árbol de bálsamo de Meca, el castaño español, el albaricoquero, el palo de rosa de la India, el enebro de Grecia, la morera…
De pronto escucho hojas. Huelo maderas. Lloro. Árboles veteranos, cobijo de la música. Música voladora, cobijo de la noche. Noche, cobijo mío, ¿no está pidiendo el mundo una liberación como una danza?
Espigar
A Agnes Varda y al LP de La rosa del azafrán que había en mi casa
La segunda existencia de las cosas derecho de espigueo le glâneur / la glâneuse
un edicto del siglo dieciséis autorizaba a espigar a los pobres después de la cosecha tras la puesta del sol y antes de amanecer
esta mañana muy tempranico coros de espigadoras encerradas en un círculo negro de vinilo hambre de trigos vístete de canciones hambre de canciones sáciate de pasiones diminutas
por los carriles de los rastrojos la espigada la muchacha-espiga pasó a ser la mujer espigante
si a tu lado me aguarda un querer no me importan los aires ni el sol ni que arranques de cuajo la mies.
Agnes glâneuse de nuevo va a nombrar este desatendido microamor hacia el mundo
-Dos momentos son buenos para espigar moluscos en la arena después de las tormentas fabulosas o tras la alta marea (pues llega la tormenta de la trágica muerte desordena lo alzado en las orillas y has de salir descalza solitaria a espigar los residuos de ánima y de ánimo caracolas con un poco de carne salada y comulgable)
Agnes ha regresado de Japón la espigadora con su esportilla entra en su casa vieja trae su maleta llena de trouvailles soy la hormiguita de los despojos -Hormiguea y espiga, mas no pierdas tu musical carácter de cigarra canta la dignidad de lo que arrastra vida con ahínco nadie escriba por ti la canción de lo útil
por esos trigos van ellas solas y se engalanan con amapolas la mujer espigante pasó a ser la anciana espigadora
Agnes filma su mano izquierda con una cámara en la derecha y encuentra a un animal autónomo. -Me gusta ser vieja, creo –dice.
Y como tiene muy buenos ojos, espiga a veces de los manojos
Varda espiga espigadores. Me quisiera enrolar ser una de las suyas en los silencios de horas despojadas contra el mundo que eleva vacíos deslumbrantes y luminosas nadas flatulentas que fabrica furiosamente ruidos y ficción de alimentos impolutos
ir detrás de las hoces cuidando los descartes espigas en el borde lodoso de la acequia manzanas olvidadas en lo alto de las ramas la carne irregular la piel manchada los malformados frutos las horas malvividas calientes y deformes palabras averiadas que olvidamos guardar y están a la intemperie entre los surcos
levantarse y volverse a agachar todo el día a los aires y al sol si acaricio lo roto entre mis manos volverá a germinar
¿y si escribir no fuera sino un himno al final de la cosecha sino un recolectar despreocupadas aceitunas o díscolas espigas o un racimo en la helada
celebrar la segunda existencia de las cosas recuperar la vida que acusaron de inútil el amor del camino?
Ten memoria de mí, segadora.
La no Marisol
Este sueño insolente ventila un diminuto teatro de memoria -microcámara negra que quisiste sellada- la refresca y reanima aquel terror cándido y necrosado, aquel de no acertar a sacar de tu boca tan torpe de ocho años la palabra exigida, el candor elocuente. Los vecinos, los amigos paternos, los tenderos, los tíos, los maestros esperaban que aquella niña flaca tan lectora hablara bien, con gracia de muñeca parlante y bien criada. No nacían palabras para ellos. Qué pavor, los adultos. Qué inhóspitas sus fórmulas sus misas sus amenazas bíblicas sus pobres vaticinios sus ramplonas ideas de belleza sus cálculos sus calderas de aceite hirviendo los pecados sus marisoles y sus risas. Líquenes enfermizos implantaba aquel miedo en los pliegues más húmedos del telón que colgaste. Desde esa concha asalta todavía un pánico ulcerante no medicalizado a no entender las voces de la vida.
(De Gavieras)
Ha muerto Umberto Eco. Epitafio
Los dioses, nos tememos, son también imperfectos. No han sido diseñados satisfactoriamente. A unos falta elegancia, a otros misericordia. Los hay tacaños, broncos, rencorosos, por exceso de celo, de justicia o de amor irritantemente puro. Nadie pensó en soñarlos eruditos. Si hubiera al menos ángeles leídos. Lo peor es, quizá, la Casa Eterna. No tienen bibliotecas en los cielos. Oh, sí, suplicaríamos por una tibia cápsula sin tiempo, alcanzada por voces de poetas amados. Mas ¿cómo se podría soportar la eterna eternidad sin libro alguno? Ese diseño habrá que mejorarlo.
(Inédito en libro)
Carboneras, verano 2013
“Empápate de vino los pulmones que ya llega la estrella del verano”. Esto cantaba Alceo, señalando las cargas de molicie y de sensualidades que traía el calor, el centro de la vida. Llénate las entrañas con faenas de eros, que vendrán tiempos hoscos cuando acabe el verano.
“Empápate de yodo los pulmones”, nos decía mi padre al llegar a la playa cada agosto. Respirad hondo; así, quedarán protegidos en invierno contra todo catarro y pulmonía. Yo imaginaba dentro un charquito de yodo reposado y oscuro, como un vaso con restos de café. Vinieron tiempos fríos. Una huella de aquel yodo marino quizá conforte aún en las borrascas.
Empápate de luz azul los ojos. Esta mañana de olas voluptuosas arde el mundo de pura plenitud. Arenas primordiales, azul denso, sol claro. Guárdalo en la memoria, protegido, como licor que abrigue cuando llegue el glaciar de la vejez.
El nuevo poemario de una de las voces más singulares de la poesía española contemporánea.
La de Olvido García Valdés es una obra de singular cohesión interna y de gran libertad tonal y formal. Como si cada libro —Del ojo al hueso (2001), Y todos estábamos vivos (2006), Lo solo del animal (2012)— fuese explorando las vías de libertad abiertas por el anterior. Elaborado entre 2012 y 2019, confía en la gracia se une ahora a esa lenta sucesión. Si la poesía, los poemas, han sido el trabajo en que se ha condensado la vida, como ha dicho la autora, en este volumen esa labor alcanza una rara intensidad. Voces hablan y el poema escucha. La percepción de que somos accidente, no sustancia, cierta zozobra y un oído muy fino se conjuran al fondo de la escritura. Singularidad (conocimiento, emoción) e impersonalidad parecen ir tejiéndola. O lo que es lo mismo, un sentimiento auténtico en la experiencia y la vibración de lo colectivo se aúnan en este libro extraordinario.
«cazuela a fuego lento, lo que el temor cocina
se transforma o transmuta y puede
convertirse en bondad»
Además, en noviembre saldrá a la luz, previsiblemente, una nueva antología de la autora, titulada dentro del animal la voz (Antología 1982-2012), en Editorial Cátedra, colección Letras Hispánicas, con un estudio crítico introductorio a cargo de Vicente Luis Mora y Miguel Ángel Lama.
Olvido García Valdés, durante una visita a León, en la Plaza del Grano. Fotografía: Rafa Murciego.
Olvido García Valdés (Santianes de Pravia, Asturias, 1950). Escritora y traductora.
Licenciada en Filología Románica y en Filosofía. Profesionalmente, ha sido Catedrática de Lengua Castellana y Literatura. Fue también Directora del Instituto Cervantes de Toulouse y Directora General del Libro y Fomento de la Lectura. En la actualidad reside en Toledo.
Entre otros premios, se le concedió en 2007 el Premio Nacional de Poesía por su libro Y todos estábamos vivos (Tusquets, Barcelona, 2006, 2007). En Esa polilla que delante de mí revolotea. Poesía reunida (1982-2008) (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008, 2016) se recoge su obra poética entre esas fechas. Posteriormente ha publicado Lo solo del animal (Tusquets, Barcelona, 2012) y en estos meses aparecerán Confía en la gracia (Tusquets, Barcelona, 2020) y dentro del animal la voz –Antología 1982-2012– (Editorial Cátedra, colección Letras Hispánicas, Madrid, 2020, en prensa). Libros suyos han sido traducidos al francés, inglés, italiano, polaco y sueco; igualmente sus poemas han aparecido en alemán, portugués, rumano, griego, serbio, árabe y chino.
Es asimismo autora del ensayo biográfico Teresa de Jesús, de textos para catálogos de artes plásticas (Zush, Kiefer, Vicente Rojo, Tàpies, Juan Soriano, Bienal de Venecia 2001, Broto…) y de numerosos ensayos de reflexión literaria. Ha traducido La religión de mi tiempo y Larga carretera de arena de Pier Paolo Pasolini, y (en colaboración) la antología de Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva El canto y la ceniza, así como El resto del viaje y otros poemas, de Bernard Noël. Ha codirigido la revista Los Infolios, y fue miembro fundador de El signo del gorrión (1992-2002). Ha dirigido o coordinado diversos cursos, seminarios y ciclos de poesía contemporánea.
Para las.os que no habéis podido ver y escuchar la lectura que ofreció Chantal en el Festival de Medellín (minuto 17), así como una pequeña presentación y entrevista que le hace al inicio uno de los organizadores del Festival.