Como fragmentos de un largo monólogo, los poemas nos indican, con la acotación justa, el devenir dramático de la protagonista, una Medea anciana que dialoga consigo misma sobre el dolor y la culpa de haber matado lo que más quiere.
La voz sostenida de Medea ahonda en los prejuicios heredados, los conceptos asimilados, como motivos de su desgarro.
Y dialogando con esos ecos, los versos llegan al fondo primigenio y ancestral de todas las acciones humanas.
Y con ello el libro se propone, no ya como una meditación sobre la culpabilidad femenina, sino como un doloroso proceso de curación.
Chantal Maillard, Medea, Tusquets editores, 2020.
https://www.planetadelibros.com/libro-medea/310034
Un extracto para hacer boca:
fragmento 2
Huir.
Sin pertenencias salvo
el cuerpo que se hereda: la
indispensable prótesis.
Huir.
De otros.
O de la propia sombra cuando adopta
la forma de los otros.
De Corinto a Atenas de
Italia a Tesalia de Fenicia
a Persia y de vuelta a Cólquide
embarcar de nuevo
rumbo a quién sabe dónde
cruzando el Adriático encallar
en las costas de Libia
de Córcega de Ampurias
o del Mar de Alborán.
¡Qué intensa era la luz allí
qué profunda y clara el agua!
En otro tiempo. Otra historia.
¿O es la misma?
¿No son todas acaso la misma historia?
Del Bósforo al Mar de Alborán cuánto dista:
¿unos pocos centímetros en un mapa
unos siglos de errancia
una breve mención en un cuaderno de viaje?
Bien sé que todo lo vivido fue
una estrategia dilatada.
Fui en busca de otros horizontes.
Hice danzar el ego
como un oso drogado con opiáceos
consciente del zarpazo con que
un día
al despertar de su letargo
me mostraría la nada y
en ella
la pena-placenta que la nutre.
Todo círculo es vicioso:
en cualquier punto en el que inicies
el trayecto
te encuentras al final del mismo.
En cualquier punto estás en el inicio.