Así pues el Estado no se enfrenta nunca intencionalmente contra el sentido del hombre, intelectual y moral, sino contra su cuerpo, sus sentidos. No se arma de honestidad o de ingenio superior sino de mayor fuerza física. Pero yo no he nacido para ser violentado. Y respiraré a mi aire; veremos quién es el más fuerte.
Henry David Thoreau, Del deber de la desobediencia civil. Parsifal Ediciones, 1997. Trad. Carlos Sánchez-Rodrigo