Joseph Campbell: larga vida a los mitos

Joseph Campbell

Reseña de Iván Pintor Iranza en Cultura/s de La Vanguardia, 11 mars 2017

Los mitos nos permiten entender lo que pensamos. Si, a menudo, tan solo comprendemos el pensamiento que engarza unas palabras con otras y del que no puede surgir nada excepto lo que ya hemos depositado en él, los mitos, los dioses y las imágenes arquetípicas son capaces de sortear el escollo de nuestra mente para acoger esa otra mente formada por las experiencias, emociones y sufrimientos que constituyen la historia de la humanidad. Frente a las preguntas ¿quiénes somos?, ¿qué hacemos aquí? y, sobre todo, ¿existe algo más allá del umbral de la muerte?, los mitos se revelan como vehículos para cubrir la distancia entre lo uno y lo múltiple, el trayecto de padres a hijos y de hijos a nietos a través de la propia desaparición. Durante el lustro que pasó en una cabaña en mitad del bosque de Woodstock a principios de los años treinta, Joseph Campbell no sólo adquirió unos conocimientos ingentes de historia, antropología, literatura y religión sino que sembró la semilla de una mitología comparada que no ha dejado de trascender el ámbito académico para convertirse en la referencia fundamental de los guionistas de ficción cinematográfica y televisiva.

Campbell 1 “El héroe es el hombre de la sumisión alcanzada por sí mismo. Pero sumisión ¿a qué?”, interpela la introducción de El héroe de las mil caras (1949), desde la que Campbell define el monomito, una matriz mítica transcultural cuyo centro es el viaje del héroe en pos de un objeto, de un Grial. Ya sea siguiendo la historia de Jasón y los argonautas, el mito egipcio de Horus y Osiris, la Divina comedia de Dante o las leyendas polinesias, una misma secuencia de situaciones arquetípicas ilumina el itinerario del monomito, a partir de cuya estela han sido construidas sagas como Star Wars, Matrix, Juego de tronos y Los juegos del hambre, y un sinfín de series televisivas, de Doctor en Alaska a Fringe, Walking Dead y Stranger Things. La partida del hogar, el cruce del umbral, la prueba suprema que precede al encuentro con la Diosa y el retorno a casa o la fundación de un nuevo hogar son algunas de las fases de un esquema que encuentra su coherencia en la sumisión del héroe a una sola razón: la regeneración, la palingenesia, el nacimiento de algo nuevo.

“La gran proeza del héroe supremo es llegar al conocimiento de esta unidad en la multiplicidad y luego darla a conocer”.

Tanto el aprendizaje del sánscrito y el japonés, como el contacto con Jiddu Krishnamurti y el acercamiento a la obra de Jung fueron el fermento del siguiente proyecto de Campbell: el estudio del contraplano de la figura del héroe, Dios. Casi al mismo tiempo que el antropólogo francés Gilbert Durand publicaba su estudio Las estructuras antropológicas de lo imaginario, un atlas de la imaginación fundado en la respuesta hacia la figuración del temor humano a la muerte, aparecía Mitología primitiva (1959), el primero de los cuatro volúmenes de Las máscaras de Dios, una auténtica “historia natural de los dioses”. Motivos como el robo del fuego, el diluvio, el andrógino primordial, el nacimiento virginal y la resurrección reaparecen en todas las culturas como engramas que liberan energía, como formas vivas que es necesario conocer para sostener una doble visión consciente sobre el mundo. La expresión lila en sánscrito o asobu en japonés determinan la idea lúdica de un “hacer como si”, la mirada al sesgo bajo la cual es posible establecer una relación dialéctica con la imaginación.

La mitología de Campbell es referencia fundamental para los guionistas de ficción en cine y televisión.

Que la editorial Atalanta haya decidido publicar de manera integral esta obra descatalogada durante años es más que un acontecimiento editorial, pues pone a disposición del lector una herramienta básica de pensamiento narrativo, mitológico y  Campbell 2antropológico. ¿Cómo no ver en las descripciones del mito melanesio del laberinto que conduce a la Tierra de los muertos el icono que guía la serie televisiva Westworld? ¿Acaso las incisiones en el vientre que caracterizan al hombre maduro en los rituales Aranda como padre vaginal no abren modelos de comprensión fundamentales para la construcción contemporánea del género masculino? Con la traducción diáfana de Isabel Cardona, la revisión de Santiago Celaya y una minuciosa puesta al día de datos científicos realizada por los antropólogos Sydney Yeager y Andrew Gurevicht, Las máscaras de Dios aparece surcada por constantes iluminaciones: reconocer en el gesto del sacerdote cristiano durante la consagración el movimiento con el que las sacerdotisas alzaban la espiga de trigo durante los rituales de Eleusis resulta tan revelador como la reivindicación de un nuevo tipo de mitología integradora.

Tanto los descensos al inframundo del escritor japonés Haruki Murakami como la obsesión por la redención, los zombis o los mecanismos de representación del poder en las series televisivas podrían cobrar nuevos significados a la luz de un trayecto que Campbell inicia con las huellas de la primera infancia y el chamanismo de los cazadores y plantadores primitivos, y que extiende hasta las correspondencias entre la representación del cuerpo y el cosmos. Placer, poder, y deber, los sistemas de referencia de las sociedades primitivas, comparecen asimismo como pilares centrales en la marea contemporánea de las imágenes. Tanto los estudios de James Frazer y Mircea Eliade como la Völkerpsychologie de Wilhelm Wundt, la psicología gestáltica de Köhler o las investigaciones conductuales del zoólogo Niko Timbergen dan pie a una dramaturgia colectiva de las imágenes que vertebran realidad e imaginación.

En el primer sueño del que la humanidad conserva memoria, escrito hace más de tres mil años sobre unas tablillas de arcilla, la procuradora del palacio de Mari en Mesopotamia, Addudûri, se lamenta de la imagen aterradora de un templo vacío, del que la diosa Bêlit-ekallim habría sido hurtada junto al resto de las divinidades. No se trata sólo de que la ausencia de Dios bajo la máscara constituya uno de los terrores fundamentales del ser humano. En la angustia provocada por la falta de mediación, de lo que Campbell denomina un mesocosmos, se dibuja una pregunta aún mayor: ¿Cómo nos relacionamos con las imágenes?

¿Hay una pérdida que precede a toda presencia? ¿Acaso, como ha señalado Pascal Quignard, no emerge toda iconografía de la búsqueda de esa imagen que falta, y que es la de nuestra concepción, la de la oscuridad que nos precedió?

Campbell 3 Tanto en Las máscaras de Dios como en Imagen del mito y Las extensiones interiores del espacio exterior, ambos también publicados por Atalanta, o en la serie de entrevistas El poder del mito, retransmitida por la PBS en 1988, un año después de la muerte de Campbell, el motor principal de la mitología no se identifica nunca con la agonía de la búsqueda sino con el rapto del éxtasis y la revelación. “No la muerte sino la resurrección ¡aleluya!”, sentencia Campbell, que solía recordar que la función de los mitos es hilvanar conciencia, ser y felicidad –Sat-Chit-Ananda, en el sánscrito de las Upanishad– para poder entender lo que somos y lo que pensamos, para poder conocer la tradición.

Desde el antiguo Egipto hasta ‘Stranger things’ se puede identificar el itinerario arquetípico del monomito.


https://www.pressreader.com/spain/la-vanguardia-culturas/20170311/281479276216433


El estudioso de mitología y religión comparada, Joseph Campbell (New York, 1904-Honolulu, 1987), definió la figura del “héroe de mil caras” como mito central en la historia humana. Su vasta obra abarcó múltiples aspectos de la experiencia humana. Editorial Atalanta recupera ahora los 4 volúmenes de su obra magna, Las máscaras de Dios, hoy en día descatalogada. Esta misma semana sale el primer volumen “Mitología primitiva”; en otoño, “Mitología oriental”; y los otros dos, “Mitología occidental” y “Mitología Creativa” serán editados en 2018.

http://www.edicionesatalanta.com/libro.php?id=126


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