Chantal Maillard: ¿Una diosa como antídoto?

Mujer, naturaleza y economía de subsistencia

thumb_IMG_0127_1024[…] En las zonas rurales [de la India], las diosas parecen tener un fundamento mucho más inmediato. Allí donde la tradición pre-védica está más arraigada, ha habido y sigue habiendo movimientos de mujeres que, como antiguamente, se sienten responsables de la supervivencia del pueblo. Es importante tener en cuenta la presencia de ese principio femenino a la hora de considerar los movimientos de oposición a la industrialización que se han gestado en estas poblaciones, en concreto, los que relacionados con la tala de los bosques, que atañe de cerca de su economía de subsistencia. La mujer india tiene, por lo general, una fuerza poco común. El movimiento feminista indio es amplio y muy bien cimentado; se proyecta hacia realidades candentes, muy alejadas de las discusiones semánticas que les son caras a un amplio sector del feminismo occidental. Puede ponerse como ejemplo el feminismo ecológico de Vandana Shiva, una mujer que participó activamente, en las últimas décadas, en la lucha por la supervivencia de las mujeres campesinas. Vinculada al movimiento Chipko, iniciado por las mujeres de Garhwal (Uttar Pradesh) que protegían los árboles a costa de su vida (1), ella propone, frente al modelo de desarrollo patriarcal basado en una tecnología agresiva, una alternativa no violenta fundamentada en el principio femenino de subsistencia (2). Según Vandana Shiva, los supuestos del “desarrollo patriarcal” son evidentes: dado que se considera improductivo toda producción que no dé ganancias y no genere capital, la naturaleza por sí misma es improductiva. Consecuentemente, la producción que se entienda como economía de subsistencia es una producción “improductiva”.

Movimiento-Chipko_India Movimiento Chipko iniciado por Amrita Devi hace 300 años en Rajasthan, India

La concepción de la naturaleza como fuerza viva está íntimamente unida a la concepción de la mujer como generadora tanto de vida como de medios de subsistencia. Pensar la naturaleza como recurso explotable es típicamente occidental y proviene de considerarla como algo inerte, distinto y separado de lo humano, inferior y controlable. Los indios, en cambio, han pensado siempre la naturaleza como principio femenino, como fuerza vital de inagotable actividad, productividad, creatividad, diversidad, y ha sido siempre evidente para ellos la interrelación de todos los seres. Ambas concepciones de la naturaleza han tenido y tienen consecuencias diametralmente opuestas en la consideración del alimento. Si, por un lado, se entiende que el fin de la producción es satisfacer una necesidad básica, la de alimentarse, el alimento se considera un valor de subsistencia; si, en cambio, se entiende que el fin de la producción es satisfacer una necesidad creada, la ganancia (el capital), alimentarse deja de ser un fin último y el alimento se convierte en valor comercial.

La ideología de género también sufre, con Vandana Shiva, un cambio importante. Ella propone que el modelo de género (ejemplificado tanto por el feminismo de Simone de Beauvoir, que entendía la liberación de la mujer como masculinización de lo femenino, como por el de Marcuse, que la quería ver como feminización del mundo) se sustituya por el modelo de la inseparabilidad de los opuestos: purusa-prakrti. El supuesto sobre el que construiríamos nuestras sociedades, en tal caso, no sería la necesaria dominación de uno u otro polo, ni tampoco la identidad de los géneros (el supuesto de la identidad de género, según Vandana Shiva, es una construcción ideológica, social y política), sino la absoluta y necesaria complementariedad de las diferencias.

¿Una diosa como antídoto?

Chinnamasta standing on Kamadeva and Rati_ Indian-Pahari-About-1825 Todo supuesto es, evidentemente, una construcción ideológica. A estas alturas, no se trata de hallar verdades ni de alzar nuevas banderas, ni de rodear nuestras acciones de un halo de nueva espiritualidad. Se trata de que nuestros símbolos sean activos, “correctamente” activos. Esto significa que la actividad que fomenten ha de estar lo más acorde posible con nuestra naturaleza y, dado que ésta es, según parece, en su mayor medida cultural, significa que han de poder adaptarse a los valores en los que estamos viviendo o queremos vivir.

Nos enfrentamos a las previsibles consecuencias del ejercicio de un tipo de racionalidad profundamente enraizada en la consideración bíblica y patriarcal de la naturaleza como despensa de la humanidad. Es tiempo de modificar nuestros símbolos o de adoptar otros nuevos. Es necesario empezar a pensar desde el círculo, y no desde la línea recta, desde las mareas y no desde el ciclo solar, desde una totalidad relacional en vez de desde las individualidades separadas, desde el grupo y no desde las cápsulas unifamiliares, desde la inteligencia y la capacidad de adaptación del animal y no desde el pobre saber que la razón alcanza para lo que más nos importa.

Cuando nuestros dioses, vivos o muertos, sirven de arma arrojadiza a los gobiernos patriarcales, tal vez sea tiempo de pensar en otros símbolos, una diosa por ejemplo, una diosa conocedora del poder de ilusión, una diosa que nos muestre cuándo conviene construir mundos ilusorios y creer en ellos y cuando conviene destruirlos en provecho de todos. Puede que la gran diosa india, en todas sus facetas, fuese el símbolo con que podríamos aprender a convivir sobre los restos de verdades en que hemos creído. Evidentemente, seguiremos construyendo ficciones –no podemos vivir sin ellas– pero, al menos, que sean habitables. Ojalá Kālī, la gran heterodoxa, ruja sobre nuestro universo, vuelva cenizas nuestros ejércitos, inútiles nuestras armas y nos ayude a construir mundos en que no haya que creer, a los que no haya que defender con las armas.

(1) Históricamente, este movimiento se inició con Amrita Devi, hace trescientos años, en Rajasthan, donde más de 300 personas sacrificaron sus vidas para salvar los árboles abrazándose a ellos.

(2) Vandana Shiva, H; Abrazar la vida. Mujer, ecología y desarrollo, Madrid, Horas y Horas, 1995

Chantal Maillard. Diosas y esclavas. Función simbólica y social de la mujer en la India (1999), in India, Pre-Textos, 2014 (recogido anteriormente en Contra el arte: 251-274. Pre-Textos, 2009). Recomiendo encarecidamente que leáis este ensayo Diosas y esclavas en su totalidad, así como el que le sigue (en este libro-río que es India), titulado “Naturaleza, materia matricial” al que dedicaremos pronto una entrada en esta bitácora lobuna.

En las imágenes, la gran diosa oscura, Kālī. En la segunda, bajo su aspecto de Cinnamastā, la decapitada: Chinnmastā sentada sobre la pareja Kamadeva-Rati, Indian Pahari. Aprox. 1825

 

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