Chantal Maillard: la mirada que da

  


No hay mirada que no modifique el campo del mirar.

Hay un mirar que da, y otro mirar que quita. El mirar que da es aquel que no sólo contempla lo que hacemos, sino que también se ocupa del objeto de esa acción. Es un mirar que aumenta la pulsión del gesto y lo acompaña. En cambio, el mirar que quita es el mirar crítico, aquel que cuando se dirige hacia nosotros nos despoja de la energía que nos hace ser lo que somos. Disminuimos. Se hace fuerte el que mira y nos somete. Sufrimos entonces algo parecido a un desahucio. El cuerpo queda como una cáscara, vaciado el dentro, abducido por la mirada ajena. Si el núcleo no es resistente nos sentimos “perdidos”.

Las opiniones fuertes –sobre uno mismo y sobre el mundo– hacen las veces de escudo. Preservan. El egoísmo es una defensa eficaz. Se confunde, por ello, fácilmente, con el núcleo. Pero el núcleo no es eso, no es el mí. El núcleo es un punto de energía neutra, sin juicios, sin opiniones:”pura”. El núcleo es condensación de energía, consciente a otro nivel, autoconsciente, a la que podemos remitirnos cuando bajamos las defensas, hacemos transparentes las murallas del yo y confiamos. Ella, esta energía mínima, centro, diosa interior o alma, tan oculta generalmente, tan porosa, sin embargo, la membrana que protege su acceso, ella no se inmuta, no le daña el mirar ajeno porque ella ve en el otro lo que su mirar oculta. Lo que recibe es la tristeza tranquila de aquellos puntos o núcleos que no se han desarrollado, que apenas palpitan, que a veces se extinguen. Lo que recibe es la quietud del fuego apagado, su ceniza, o a veces el rescoldo que aún espera ser reanimado. En el mirar que hiere y se adueña de su presa, ella ve cómo la energía-ego se apropia de sí misma en el otro, cómo se carga y se engorda, ve cómo va trazándose el puente entre las fuerzas de quien es mirado y quien mira, y cómo se entabla el pulso.

Los búfalos miran desde su centro. La calma del núcleo se instala, al tiempo que la neutralidad moral, cuando miro el búfalo mirarme.

No proyectemos nuestra moral en los animales, no los “domestiquemos”, no marquemos en su piel nuestras dicotomías. La moral es el convenio que regula las relaciones periféricas: las del mí. Las relaciones nucleares son del ethos. La ética es del habitar en lo propio allí donde la fuerza se iguala, condensada en la no-diferencia.

¿Qué es lo que de mí puede ser herido por las miradas? Aquello, vulnerable, que no pertenece al núcleo, aquello que pertenece al mí. El mí es lo inestable que recubre el núcleo. Materia de intercambio. De fusión a veces (en el amor). El núcleo está a salvo. Las heridas son agujeros en las capas intermedias, desgarros en la superficie, mordeduras, absorción. Intercambios, al fín y al cabo.

Dar, antes de exponerse a la absorción: evitar la violencia de aquel que necesita reforzar sus murallas, las capas múltiples que protegen su núcleo como la grasa el hueso al que recubre y el hueso al tuétano.

Chantal Maillard. Diarios indios. Pre-Textos. (p.100)


 

Un pensament sobre “Chantal Maillard: la mirada que da

  1. Recientemente leí esto…

    Del griego “diabolos”, un termino que perdura todavía en la palabra “diabólico”. Es interesante constatar que el significado literal de “diabolos” es el de “desgarrar” (dia-bollein).

    También resulta muy significativo advertir que diabólico es el antónimo de “simbólico”, un término que procede de sym-bollein, que significa “reunir”, juntar. Este significado etimológico tiene una importancia extraordinaria en lo que respecta a la ontología del bien y el mal. Lo simbólico es, pues, lo que reúne, lo que vincula, lo que integra al individuo consigo mismo y con el grupo; lo diabólico, por el contrario, es aquello que lo desintegra, aquello que lo mantiene separado. Ambas facetas se hallan presentes en lo daimónico.

    Cuando asumimos nuestros “demonios” internos -simbolizados por aquellas tendencias que más tememos y rechazamos- los trasmutamos en útiles aliados, en energía psíquica renovada y apta para propósitos más constructivos. Este proceso puede conducirnos a la paradoja con la que tropiezan muchos artistas: Lo que antes habíamos negado y rechazado se convierte en verdadera fuente redentora de nuestra vitalidad, creatividad y espiritualidad.

    Stephen A. Diamond. Encuentro con la Sombra. p.267)

Deixa un comentari

Fill in your details below or click an icon to log in:

WordPress.com Logo

Esteu comentant fent servir el compte WordPress.com. Log Out /  Canvia )

Facebook photo

Esteu comentant fent servir el compte Facebook. Log Out /  Canvia )

S'està connectant a %s